viernes, junio 19, 2009

Basado en un hecho real

Para ella yo era una rareza, para mi ella era una lejanía, esa sensación de inalcanzable que se tiene con determinados objetos, con determinados lugares y con determinadas personas. Nos conocimos en un bazar, entre antigüedades y olor a moho. Ella estaba casada con un tipo que se dedicaba a algo importante que jamás me interesó, yo me acababa de separar y estaba sumido en un proceso entre divertido y decadente de mi vida. Ella buscaba un calendario extrañísimo proveniente del norte de México, yo no buscaba nada, yo había entrado ahí por que aquella tarde de sábado tenía todavía la resaca de la noche anterior y porque me divierten determinadas tiendas a las que no termino de verlas el sentido. A mi no se me cayó nada, a ella tampoco, pero casi nos dimos de frente junto a una estantería con objetos horrorosos del norte de Inglaterra que aparentemente tenían cierto valor. Pedí perdón, ella también. Media hora después nos tomábamos un zumo de frutas, diferentes cada uno, en un bar que no conocía y ella tampoco. Dos meses desués nos habíamos acostado varias veces, nos habíamos visto mucho y sentíamos una profunda atracción el uno por el otro. Decidimos viajar un fin de semana al extranjero. Ella argumentó no se que historia inconexa a su marido para conseguir los dias libres. Quedamos en el aeropuerto. Nos montamos en el avión juntos y pasamos un fin de semana bastante bonito juntos. Nos emborrachamos profundamente en aquellas calles ajenas, nos drogamos moderadamente y experimentos con nuevas formas de sexo. Paseamos por aquellas calles que ninguna conocía, fuimos a un par de buenos restaurantes y uno prescindible. La última noche me pidió grabarnos en video, acepté con temor, soy pudoroso, mas frente a una cámara. No negaré sentir odio, o una forma parecida al odio hacia ella, cuando la primera persona, sonriente, me comentó haberme visto en un video en una página porno. También sentí temor y unas cuantas sensaciones desagradables. La llamé, no me atendió. La volví a llamar, siguió sin hacerlo. Comprendí que no era mas que el principio aquella noche que llegué a una fiesta y varias desconocidos me reconocieron. Salió el tema del video en la página porno. Alguien describió lo que yo nunca había visto pero que recordaba con enorme exactitud. Otro me preguntó si las frases dichas las teníamos planeadas o eran espontáneas. Recordé alguna frase suelta, palabras de la euforia frenética y quizá desmedida en los segundos previos al orgasmo. No contesté, cuando buenamente pude salí de allí. LA volví a llamar. No me atendió. La cosa pintó fea cuando aquella navidad llegué a la cena de mi familia y mi hermano me saludó con una sonrisa y luego desviando, complice, la mirada hacia su mujer y nuestro cuñado, el marido de mi hermana. Traté de buscar el video, no lo encontré. Mi intención era eliminarlo de la red, pero por mas que busqué no lo conseguí. La volví a llamar. No me atendió. En el trabajo me pusieron mote, en el gimnasio me decían que no me cubriera que de sobra era conocido. La llamé me atendió. Comprendí: Ella se había separado. No me había atendido todo ese tiempo, porque creía que había sido yo, el autor de la propagación de aquella noche de sexo.

Comprendimos dos cosas:

1.- El video lo colgó el marido.

2.- Todo el mundo ve porno en internet

A ellos, que lo sufrieron.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera