domingo, junio 14, 2009

El patio de noche

Es verano ahí afuera. Cierto es que en el calendario aún no lo es, pero no nos engañemos, esto ya es verano. Oigo los ruidos de la noche en las otras casas. El murmullo de la televisión, sonidos de cocinas, conversaciones apagadas. Un tipo que habla con voz profunda. He curioseado una ventana, creo que ahí vive una chica sola y he esperado unos segundos a verla aparecer. Nunca vi su imagen al otro lado. Tampoco se si es realmente una chica la que vive ahí, es mi imaginación la que escoge que ahí vive una chica. La modelo siempre de acuerdo a un gusto muy específico que tengo para estas infantiles fantasías. Otra forma de pornografía. Luego he girado, he visto a la señora del tercer piso y he sentido esa sensación rara que da encontrar la mirada de un vecino. Ese descubrirse mirando. Normalmente la descubro yo a ella mirando a casa, tiene una vista privilegiada de nuestra cotidianeidad. El aburrimiento la lleva muchas horas a esa ventana a la que, honestamente, un día me gustaría asomarme para ver mi casa desde otra ventana, desde otro lugar. Desde la perspectiva de otra vida, la perspectiva ajena de las palabras que se suceden aquí dentro y que ella no escucha, la perspectiva en la que somos figuras, casi sin voz o con una voz casi inaudible. Imágenes que salen y entran sin saberse donde coño van. Imágenes que actúan, supongo, de manera no siempre comprensible, el sale, ella sale, ella entra, ella sale, entran los dos, sale el. Eso verá desde su ventana, vidas abstractas. Un dia me gustaría asomarme allí, a la ventana donde los habitantes de esta casa somos figuras con una vida imprecisa, indescifrable como todas las vidas de todos los vecinos que vemos. A su lado vive una pareja, son dos chicos enormemente antipáticos, sobre todo el de las gafas. El otro a veces deja caer una sonrisa tras el saludo. Un día me habló desde su ventana, se le había caído un calzoncillo en una zona del patio donde sólo podemos acceder nosotros. Fue raro, el tipo me siguió con la mirada desde arriba mientras yo recogía su calzón, cuando ya lo tenía en la mano, miré arriba e hice un gesto para indicar que ya tenía en mi mano la tela, el tipo me miró alegre de recuperar, quizá, uno de sus calzoncillos favoritos. El ser humano tiene esas extrañezas, tenemos una camiseta que nos gusta mas que las demás, un calzoncillo que preferimos a los otros. Objetos a los que otorgamos rasgos. Me dijo que bajaba a buscarlo, tocó y se asomó torpemente a curiosear nuestra casa. Se giró y se fue. A veces, pocas, me cruzó en el portal con el, saludó y sigo, pensando que quizá ese día lleva su calzoncillo favorito. El mundo del vecindario se mueve en el terreno de lo difuso. Somos personajes indefinidos los unos para los otros. Vivimos a escasos metros, compartiendo paredes, tuberías, cañerías, escuchando los mismos ruidos externos y sin embargo somos ajenos salvo en esas ocasiones que rozan el absurdo. ¿Quién cojones son estos señores que nos rodean?. ¿Que hacen en el día a día?. Ahora veo luces en sus casas, ven la televisión, navegan en internet, leen. No hacen nada, discuten, piensan en nada o en cosas que olvidarán, escriben un post prescindible, reflexionan sobre la posibilidad de no haber nacido, piensan de repente en la opción de separarse de quien tienen a su lado, se acuerdan de una anécdota escondida de la niñez, ven un partido de tenis en diferido, un programa absurdo, se masturban, se peinan, se cepillan los dientes, se tocan las pelotas sin pensar en nada. Aquí, a escasos metros de donde yo tecleo. Individuos que de algún modo se perciben como extraños desde aquí, en medio de esta noche que ya es de verano, en medio de ese aire cálido, de esos sonidos que vienen y van. Estoy casi seguro, que en el fondo, los vecinos no existen. Son proyecciones.

1 comentario:

Bastian dijo...

Yo también tengo unos calzoncillos favoritos.

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