lunes, julio 16, 2007

Yeah Yeah Yeah Yeah

3 de la mañana. Cruzamos la puerta donde un tipo no nos pide identificación. Atravesamos un pasillo oscuro, tropezandonos con las paredes, hay una cortina que deja traspasar un minimo chorro de luz y que hace una marca lineal a lo largo de todo el suelo. Viene música de fondo. Atravesamos la cortina y vemos una sala gigante, hay unas doscientas personas moviendo el cuerpo de manera fascinante, hay unas luces que se mueven y que aportan a la atmosfera el elemento definitivo. Siento que no estoy ahí y miro, miro a los demás como si tuviera la virtud de no ser visto, de mirar y no molestar. Miro a los otros, a los doscientos que van a una, al mismo ritmo, al mismo tempo. Cada cuerpo es una laberinto de giros y saltos. Miro sin ser visto y atravieso la sala gigante. EL ritmo crece, crece. Al fondo veo una pared, me siento en el suelo, sigo mirando a los doscientos moverse. Entonces sin darme cuenta sucede, sucede que mis pies se desplazan por el suelo, sin despegarse. Unidos a la tierra se desplazan de un lado a otro. Grios, giros, enloquecidos. Los pies se deslizan solos, me trasladan de una esquina a otra de la sala. Los doscientos abren paso, hacen un circulo a mi alrdedor. Siento cierto pudor, pero mis pies son ajenos a mis ordenes. Los pies van de un lado a otro, giran, se mueven. Los doscientos aplauden a tiempo, cada giro, cada movimiento es celñebrado por todos ellos. De repente mis pies se pegan a la pared, me muevo entonces por ellas, veo el suelo delante de mis ojos, giro, veo el techo pegado a mi nariz, vuelvo a bajar, de nuevo me desplazo por el suelo y es cuando los doscientos y yo, nos sorprendemos por que mis pies y despues mi cuerpo deciden dar un grio de 360 grados, volver al suelo, desplazarme veloz entre unos y otros haciendo curvas diabolicas. Mi cintura se dispara de un lado a otro, mis manos se agitan al ritmo de la música y los doscientos aplauden enloquecidos la imposible maniobra. ASí es como comienzo a despegarme del suelo, sobrevuelo la cabeza de los doscientos que a estas alturas gritan eufóricos. Permanezco a media altura haciendo giros extraordinarios como la tipa de "Tigre y dragón". De una pared a otra sin tocar el suelo, del techo a una lampara que no había visto hasta estar apoyado en ella. De la lampara al plató del DJ, de ahí a la bola discotequera y de ahi de nuevo a una pared. Así bailo, así los doscientos se vuelven locos y así de repente termina la canción que me pilla a medio vuelo entre la lampara y la pared del fondo, así, sin previo aviso me rompo una pierna y dos o tres costillas. Los pies, eso si, permanecen intactos.


http://es.youtube.com/watch?v=kvkTUqE4wOM

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