miércoles, julio 11, 2007

Tiempo y espacio

Atardecer de julio. Otro julio, otro atardecer. La luz es suave a esta hora, suave y esponjosa, como si pudieras filtrarte por ella, atravesarla, fundirte en ella. Anoche soñé con otros, gentes que no conocía, una gente de la que yo era ajeno, ni siquiera participaba en el sueño, ellos estaban allí, en ese realidad desconocida. Pensé al despertar que podría suceder que ese sueño fuera una realidad filtrada por algún lado. Una especie de otro lado. Luego olvidé eso, olvidé eso aunque ahora lo recuerde. Olvidé que había soñado eso y por alguna razón que tampoco conozco, ahora lo recuerdo

Caminé por las calles casi vacias esta mañana, los colegios cerrados, vacios de chicos hasta mediados de septiembre. Recordé esos veranos, el colegio cerrado, el primer beso, recordé que fue en verano mi primer beso y recordé a esa chica de la que me queda su nombre y su cara de niña, allí a lo lejos, en una escalera de un edificio ajeno. Traté de imaginar su vida y me resultó imposible. Seguí caminando.

A mediodía iba en un autobús. Ví a un tipo, me sonaba mucho su cara. Estuve mucho rato rebuscando en la memoria. ¿Quien cojones era este hombre?. ¿De que le conozco?. Le miré y el me miró lo cual acentuó mi sospecha de que nos conociamos. Tantas caras nos cruzamos en la vida, vas viendo tantos rostros y de repente te olvidas, se borran, estan pero no hay nada. Ya no recuerdas aquella tarde que alguien te presentó o que quizá fue en una fiesta, el amigo de un amigo, un tipo con el que hiciste un trabajo, unas frases sueltas esperando para entrar al médico.


He recordado a aquel hombre del hospital, cada noche de aquel verano varios nos poniamos a hablar en el pasillo, a despotricar del servicio hospitalario, a comparar cicatrices o a intercambiar anecdotas médicas. Era extraño, pero en aquel momento comprendí o leí o álguien me dijo que las amistades de la carcel y de los hospitales solo sirven dentro. Meses después de salir de aquel edificio me crucé con uno de aquellos compañeros de hospital, pasaba por un pasillo del edificio volviendo de una revisión y le ví, me emocioné y casi salí corriendo a saludarle. Me miró y no me reconoció, le situé, le dije que cuando, como y donde, me miró tímido, era un hombre de unos cincuenta años, sin apartar la vista me dijo que había sufrido una amensia profunda, que le disculpara por no recordarme.

Ya casi anochece. La luz es suave. Escribo este post que olvidaré, que se quedará clavado en este instante irrecuperable. Escribo este post y ya, inevitablemente, comienzo a olvidarlo. Voy borrandolo

http://youtube.com/watch?v=dhHKfSFGdUI

1 comentario:

stel dijo...

los recuerdos a veces parece que juegan con nosotros, aparecen y desaparecen como si nada. Pero supongo que lo bueno es que en tanto que tenemos recuerdos es que lo hemos vivido...
buen jueves!
^^

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