lunes, junio 11, 2007

Una noche en Acarigua

Aquella noche dormimos en un hostal de Acarigua. Ahora, curiosamente, no recuerdo bien como habíamos llegado hasta ahí, como si la memoria hubiera seleccionado unicamente aquella noche desechando el previo y el post del suceso, y anclando todo en aquel olor, aquel pasillo, aquel ruido indescifrable. Era una madrugada sobrecargada de grados centigrados y Wilmer Palacios y yo habiamos cogido una habitación a medias para abaratar costes del viaje. Entramos en la habitación y Wilmer encendió el ruidoso aire acondicionado y se lanzó sobre el colchón, encendió la televisión y se quedó callado y concentrado viendo una pelicula terrible sobre un monje que viaja en el tiempo en busca de dos almas corruptas, dos espíritus oscuros que utilizan la sensualidad y la seducción para arrastrar almas a su oscuro universo. Lentamente se fue quedando dormido y yo apagué la luz y y la televisión y me quedé mirando a la ventana donde se reflejaba la luz de una fabrica de abrasivos que había justo enfrente del Hostal. Giraba en la cama sin saber muy bien en que pensaba, esa cosa extraña de la cabeza que piensa diferente en las horas que en realidad corresponde dormir, ese preambulo mental en el que todo pasa a ritmo extraño justo antes de soñar. De repente me vino un olor fuerte, irreconocible, profundo, fuerte, casi desagradable. Un olor nuevo. Aumentaba la presencia del olor en la habitación y traté de averiguar de donde venía, es increible descubrir que el olfato tiene sentido de la orientación, extraño y ambiguo, pero lo tiene. Me levanté a oscuros, iluminado por la luz que entraba por la ventana, una luz anaranjada y fea. Pasé al lado de Wilmer, salí al pasillo que estaba terriblemente oscuro. No encendí la luz para no parecer un tipo extraño descalzo por el pasillo, olfateando cual perro por un hostal barato. Me dirigí hacía el fondo, donde continuaban las habitaciones, lanzaba la mano al frente para no chocar, el olor se hizo cada vez mas intenso pero fue variando según notaba que me acercaba, un olor parecido al queso de mano pero como impregnado en la piel de una mujer, no se por que pensé eso, pero ese me pareció, una mezcla de olor a queso y a piel. Seguí hacía el fondo, según aumentaba el olor, aparecía desde el silencio un ruido constante y grave, una vibración parecida a un bajo pero con algo mas de vibración metalica. El olor era ya casi una masa, y el ruido era ya intenso, elevado, muy presente. Se acababa el pasillo y seguía sin entender. LLegué hasta una pared, la planta y las habitaciones se acaban ahí. No descubrí nada. Volví. Agitado y tenso, nervioso. Cerré la puerta de la habitación, Ví a Wilmer dormido, con la boca abierta, masticando su propia saliva. Le quise despertar, tratr de contarle y que percibiera el olor, que saliera y escuchara el ruido, pero no lo hice. Me quedé dormido.

A la mañana siguiente, nos levantamos pronto. Bajamos, pagamos y Wilmer dijo que desayunaramos ahí mismo, entramos en el restaurancito que había en el fondo, Wilmer pidió Arepas y las trajeron con queso de mano, yo no comí. Tomé café y miré con cierto desagrado la arepa de Wilmer repleta de queso.

3 comentarios:

stel dijo...

el mundo de los olores es complejo, nos transporta a momentos vividos, a otros olores olvidados; es como un pellizco a la imaginación a veces, porque cuando la memoria no nos ayuda a asociar un olor con un hecho tenemos que acabar imaginandolo...

Anónimo dijo...

Sera el mismo Wilmer Palacios que yo conozco? Por lo de la peli, creo que si. Suceden cosas inexplicables en su compañia.. Buen tipo, algo misterioso. Estuve con el en varios viajes. Quisiera anotarme en una de sus excursiones o paseos, me fascina lo sobenatural. Saludos
Morgana.-

Anónimo dijo...

aqui mi correo por si quereis contactarme kaleva01@hotmail.com

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