martes, junio 19, 2007

Taxis ( Post 555)

Me monté en el taxi en una calle del centro. Los martes de madrugada no hay problemas en coger un taxi, salvo que hay muchos menos y te encuentras con alguno muy de vez en cuando, pero no es muy complicado cruzarse en una esquina con uno, levantar el brazo, abrir la puerta y el protocolo. Buenas noches, la dirección y el silencio. Sin embargo, me fijé a traves del espejo retrovisor. Es curioso por que las conversaciones con los taxistas son atraves del espejo diminuto y le dan a todo un aire de revés, de vuelta, de impersonalidad. De ojos contra ojos. Entonces miré sus ojos, ese encuadre cercano que da el retrovisor, que se centra solo en los ojos del que conduce. Unos ojos grandes, expresivos y melancólicos. Arrancó, cruzó por la avenida hacía arriba. El silencio roto por la emisora, de repente miré al retrovisor y me choqué con tus ojos que miraban a mis ojos, desvié la mirada hacía la calle, un semaforo en rojo, parados, al lado un coche con una pareja callada. Verde y de nuevo en marcha. Miré, sin darme cuenta, sin ser consciente de ello, tus ojos de nuevo. Ese aire tan marcadamente triste, ese casi dolor entregado al asfalto de la avenida y de las farolas que se moverían imperceptibles en tu retina. Sus ojos de nuevo en mis ojos, esa tristeza en mis ojos, el recuadro del retrovisor. En la emisora las llamadas de esos que no duermen y se entregan a historias de radio y locutores con voces pausadas y que relajan. Los ojos tristes que miran y yo que sé que llegaré a casa y que no podré dormir, que estaré así, tan sola. El taxímetro que sube, los ojos tristes de nuevo en mis ojos, el retrovisor. El nervio en el estómago, las ganas de hablar y romper el silencio superponer nuestras voces a las voces de la radio, a esas llamadas nocturnas y tristes. Siguen subiendo los numeros en el taxímetro, el retrovisor que de repente me parece un cuadro, un retrato, un reflejo del dolor. Hay silencio, giramos en la calle cercana, dos manzanas y estaré en mi portal. Abro el bolso, voy sacando las llaves y la cartera para pagar. Miro el precio que aun no es definitivo, los ojos tristes en el retrovisor que coinciden con mis ojos. Nos miramos y esta vez aguatamos algo mas, ninguno de los dos aparta tan rapido la mirada. La locutora recibe una nueva llamada, el taxímetro cambia de cifra y te invito a subir.

1 comentario:

stel dijo...

atrevimiento para curar ojos tristes. Nada mal.

buen martes!
^^

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