miércoles, junio 13, 2007

La otra clase

La cabeza la tenía inflada, como si las venas estuvieran a punto de reventar. El dolor era agudo y la voz del profesor llegaba como un hilo indescifrable. Me levanté y salí, nadie me miró entre los alumnos y el profesor observó mi salida sin demasiada atención, quizá pensando que no me interesaba su clase. ME molestó que aquello sucediera precisamente con ese profesor, que era, sin duda, el mas ameno y el mas didactico de todos lo que me habían tocado a lo largo de la licenciatura.

Llegué al baño, me senté en un retrete, cerré los ojos y apoyé la cabeza contra las manos. Dormí.


Fue así como desperté una medianoche en el baño de la universidad. Perdido y algo preocupado salí, ví, claro, que el edifcio ya estaba cerrado, que los pasillos y las clases permanecian en una profunda oscuridad y que las puertas estaban con sus candados y sus seguros. Supe entonces que no podría salir de allí. Comencé, muy despejeado despues de la larga siesta a recorrer el edificio. La sensación de vacio me sobrecogía, las clases inhabitadas el largo silencio de los pasillos solo roto por mis pisadas que casi retumbaban en la noche. Ví una luz en la bibloteca, un despiste quizá del conserje, del vigilante que cerró el edificio. Fuí hasta la luz y entonces descubrí...

Allí había gente de varias edades, todos callados, absorvidos por los libros que cada uno leía concienzudamente, casi todos o todos con aspecto de vagabundos. Nadie me miró, como si de algún modo supieran que yo ya estaba por allí. Leían, cada uno en su rincón, cada uno su libro, su asignatura. Ví libros especializados, libros que quizá yo había utilizado en los años previos en la carrera o libros que aun tendría que usar. Todos callados y encerrados en sus lecturas como si ahí estuviera el secreto del universo. Algunos subrayaban o anotaban indicaciones en folios aparte, pero nadie hablaba.

Pasé mucho rato mirandolos paseando entre las mesas sintiendome invisible a sus ojos. Ví que algunos se iban levantando, dejaban el libro donde correspondía y salían de allí. Entonces comprendí que cada noche sucedía eso, como un reclamo o una exigencia, un derecho ejercido aquellos vagabundos ocupaban cada noche la biblioteca y preparaban su particular asalto a una licenciatura, nunca reconocida, nunca firmada y regulada en nuestro mundo de reglas y firmas, pero si aprendida con fé y conciencia. Una licenciatura dirigida bajo otro orden, bajo otras normas, con otro programa y otros créditos. La otra universidad

1 comentario:

StraVaGantzZa dijo...

Me has dejado con la boca abierta. ¡Que texto! Siempre pasa algo así, todo el mundo nos preparamos nuestra particular licenciatura para la vida, sólo que muchos lo proclaman a los cuatro vientos y otros permanecen en el anonimáto .. Un beso.

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