lunes, junio 18, 2007

Gritos en la distancia

Oigo el griterio. La voz de ochenta mil almas que me llegan como una sola masa. Abro la ventana y escucho. Es de noche en la ciudad. Esta calle está vacia inundada por ese grito colectivo de euforia que viene desde allí lejos. Miro otras ventanas, la imagen de un partido, distingo el verde del campo en la imagen de la televisión que no descifro completa desde mi ventana. Sigo oyendo el bullicio que curiosamente acentúa la sensación de vacio de esta calle. Pienso en el sonido... Si ochenta mil almas gritan a la vez, llega lejos esa masa sonora, llega hasta aquí. Es sobrecogedor oir ese griterio aquí, desde esta distancia. Algo tiene el deporte que desata instintos. Hay algo de juego de azar, sobre todo en el futbol, de impredecible, por eso desata a las masas. Un balón rebota en el defensa y se saca de banda, del saque de banda viene un rechace y un contragolpe. Esa imprecisión es lo que enloquece. Esas trayectorias, a veces, aleatorias. Si a algo se asemeja el futbol es que sus imprecisiones son imprecisiones humanas, ese problema del hombre queriendo dirgir un destino que en el fondo depende mas del azar que de su propio control. Por eso cuando azar y control se juntan el griterio y el enloquecimiento están aceptados, un grito de gol es casi una sublevación contra ese destino que tantas veces juega en contra y que por una vez se conjuga para estar a nuestro favor, es gol, es el simbolo de un destino afortunado. El balón traspasó la linea.

Oigo el bullicio desde la ventana, se suma el nerviosismo que se respira desde las casas cercanas, los primeros coches, las primeras bocinas. A algunos les jugó el azar a favor a otros en contra. Unos enloquecen, otros aceptan la crueldad de la derrota. Es curioso, pero pocas cosas cuesta entender mas que la derrota. No participaste, no entraste en ese juego, simplemente miraste y esperaste y noventa minutos después todo acabo y sin embargo la derrota te pertenece, te duele como tuya, como si hubieras corrido por ese rectangulo verde. Noventa minutos después el jeroglifico se ha descifrado. Sin embargo a nadie, en verdad, le pertenece nada. Extraño deporte el futbol.

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