viernes, junio 22, 2007

Sonora

Me quedé un rato oyendo sus tripas, había apoyado el oido izquierdo en su abdomen y me entretenía tratando de descifrar ese sonido, imaginandome ese universo que se sucede dentro de cada cuerpo. Al sonido de las tripas se le sumaba, lejano, el latido, la constante del corazón gobernando el flujo de ese cuerpo que por otro lado me parecía una delicia. Sumaba sonidos de ahi dentro en mi escucha, a todo aquel concierto agregaba, además, el vaiven al que se sumaba mi cabeza con la inspiración-expiración, un arriba abajo agradable, lento y constante que acompañaba cuidadosamente a aquel tono grave del corazón gobernando ese universo desde el pecho. Un especie de parque de atracciones de la laxitud. Cerré los ojos, me imaginé o traté de imaginar mensajes en el sonido de las tripas, pero no llegue a estructrurar un mensaje coherente, parecía, mas bien, una improvisación en la que el ritmo cardiaco marcaba un ritmo constante pero en la que lo demás eran variaciones alejadas de un tempo, algo, eso si, curiosamente melódico. Agregué a eso el movimiento de su cerebro en el viaje por el sueño, ese otro lado al que su cuerpo no tenía acceso. Imaginé ese lado al que yo nunca llegaría, del que luego me hablaría con cierta fascinación, como a menudo se cuentan los sueños, esa fascinación que nadie termina de compartir, nada es mas personal e intrasferible que un sueño. ASí que imaginé ese latido aquí haciendo eco allí, donde fuera que ella estaviera en aquel momento. Pensé en esos sonidos desde dentro, imaginé hacer unos samplers, crear atmosferas sonoras, melodias, bases ritmica, pero nunca nada sería tan redondo, tan redondo como aquello que yo estaba escuchando. La respiración se sumaba como unos vientos en medio de la orquesta. La sinfonía avanzaba entre inspiración y latido, entre esa melodía indescifrable de sus tripas.

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