lunes, enero 16, 2012

Fiebre

 Con fiebre se tiene una forma incoherente de lucidez. Es lucidez mental, pero una lucidez aplicada a un planeta regido por distintas reglas o a este mismo planeta que hubiera seguido otra trayectoria, no sólo cósmica, sino interna. Que las piedras lanzadas hace seis mil años hubieran caído boca abajo. Con fiebre se piensa que hoy, por ejemplo, puede ser, indistintamente, diecinueve de enero de mil doscientos tres o dieciséis de enero de dos mil doce o quizá hoy es hace tres días. Con fiebre, es cierto, las horas dan un poco igual, todo sucede en un limbo vaporoso, el cuerpo está distanciado. Si creyera, si de verdad creyera en yo que sé que cosas, pensaría que con la fiebre se separa el alma y el cuerpo o no se separan pero discuten o hacen el amor de forma ambigua. Entonces, en mitad de la fiebre, en un acto casi onanista, imagino a mi cuerpo revoloteando por las praderas cósmicas con mi alma, un alma, por otro lado, formada de efluvios cálidos que salen de la piel dolorida. Con fiebre se tiene, también, la lucidez de no pensar en el mañana. Con fiebre se habita absolutamente en el presente. Se está sin más. Ahí, en la fiebre. Con fiebre se sueña y los sueños son de una solidez descomunal. Emerge de la cabeza una forma de fuga hacia la nada. Una fuga hermosa porque todo sueño se convierte en un agradable y fugaz delirio. Las sábanas te recogen como una cueva y no hay el más mínimo interés en conquistar nada. Estás ahí en esa batalla de corporal inmejorable. Tu cuerpo contra tu cuerpo. La pelea de uno mismo que te deja derrotado. No hay vencido ni ganador. Eres tú huyendo ahí dentro perseguido por ti mismo; y en ese proceso todo lo demás se relativiza. ¿Qué mas da la avería del coche? ?¿Qué mas da la deuda contraida? Si todo, lo realmente trascendental está sucediendo en ese terreno invisible de tu propio cuerpo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mejor escrito imposible. Bravo!

CL

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