lunes, enero 02, 2012

Anotación de una imagen

  A media tarde bajaba a la playa con la niña. Nos sentábamos en la arena, la niña deshacía montañas que previamente había formado y el ciclo del Sol agonizaba a nuestra izquierda. Esos días del final del año eran formidables allí. A lo largo de la prolongadísima playa apenas había gente. Kilómetros de arena y olas y la amable soledad. A lo lejos, la tenue luz del atardecer, dejaba ver leves siluetas enredándose con una especie de suave neblina, parecían irreales o parte confusa de la memoria. De vez en cuando algún paseante nostálgico pasaba frente a nosotros con un perro que jugueteaba algunos segundos con la niña.  Podía pasar doce, quince, veinte minutos, viendo las manos de la niña abriendo caminos en la arena, luego levantaba la vista al mar y me daba por despistarme con las olas, la espuma, el perfil borroso de África frente a nosotros. A veces la niña se ponía en píe y caminaba por la playa sin destino preciso. Avanzaba algunos metros, giraba hacia el Este, luego Sur, luego Norte. Miraba a los lados y arrancaba de nuevo. Todas las tardes de aquel final de año repetíamos el rito de quedarnos una hora o hora y media ahí. La última tarde del año bajamos, la luz y la temperatura eran excepcionales en ese invierno cálido. Entramos a la playa por el camino de siempre. Alcanzamos la arena, nos desperdigamos y repetimos los juegos, los caminos de arena, los castillos aplastados; la luz caía lenta, anaranjada, suave, preciosa. A nuestro lado había un hombre sentado. Miraba al frente, sosegado, con una quietud atractiva. Seguimos jugando, pero de vez en cuando no podía evitar mirarle. Jamás quitó la vista del frente. Al principio pensé que miraba el mar, las olas, esa otra forma de lectura del tiempo que es la espuma reventando, luego comprendí que miraba más allá, los perfiles y contornos de Marruecos allí enfrente, diluidos por ese juego   de humedad y luz. El tipo, por aspecto y rasgos, indudablemente, era marroquí. Miraba a casa. Casi como si pudiera ver algo, casi como si viera el día a día, casi como si estuviera proyectando allí, en ese lado donde ya no estaba. Forma curiosa y algo cruel de melancolía echar de menos tu casa y verla con el mar de por medio, allí, tan cerca, pero lejos

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