lunes, enero 23, 2012

La otra punta de la ciudad

 Aquella gente hablaba de otras cosas. Hablaban distinto. Yo los conocí cerca de los catorce o con catorce y cerca de los quince. Eran amigos del hijo de un amigo de mi padre. Vivían en la otra esquina de la ciudad. Me gustaba salir con ellos porque todo era distinto, porque se hablaba con cadencias distintas y de asuntos ligeros y sofisticados. Vestían livianos y elegantes y conocían bares y esquinas de la ciudad que me resultaban ilocalizables y especiales. Así que dejé de bajar a la laguna, en mi barrio, cogía el metro y cruzaba dos líneas enteras y pasaba tardes y noches allí. Callado, mirándoles. Luego volvía a casa como podía, de un modo que me recordaba que todo estaba lejos, lejos de casa, lejos del barrio. Al tiempo empecé a tratar mucho a NM, uno de los tipos peculiares de aquella gente. Me hablaba de subgrupos literarios, de escritores invisibles, de tipos que debería conocer y que me cambiarían la visión de las cosas. Luego me llevaba a casa en el coche de su hermana, un coche destartalado y viejo, pero entrañable, y me decía que mi barrio no parecía de este mundo y que por ese le gustaba. Una noche se desvió y me llevó a una zona industrial, una zona extraña, metálica, con algunos edificios cuadrados. Cubos de metal con ventanas y luces de neón ligeras. Aparco frente a uno de los cubos. Bajamos. Tocamos una puerta. Nos abrió un negro de algo más de dos metros de altura. Sonrió al ver a NM y nos invitó a pasar. El lugar, totalmente diáfano, estaba decorado con esculturas gigantes y alfombras de pelo blanco por el suelo. Había una pantalla por la que pasaban fotos de tenistas y detalles de partidos de tenis: pelotas sobrevolando la red, una raqueta a punto de golpeas una pelota, etc. Nos sentamos en unas sillas de forma sideral. El tipo nos sacó unos vasos pequeños y los llenó de mezcal.Bebimos muchísimo. Fumamos marihuana y escuchamos música que yo jamás había escuchado. Todo sucedía en ecos. La voz del tipo me venía en eco, la voz de NM atravesaba un túnel de luz y me llegaba en eco, la música era vaporosa y moldeaba los ecos del lugar. Todo era eco. El negro me preguntó algo y tardé en descifrar la pregunta, se sonrió al ver que yo tardaba en contestar, pero no encontraba conexión entre la pregunta y lo que quería responder. La pregunta giraba en torno a la ciudad o hacia mis gustos musicales o toda la pregunta contenía ambas cosas. Contesté que me gustaría hacer música. Música que fuera como aquel espacio. El tipo sonrió y miró a NM y le dijo que yo parecía estar muy afectado por la marihuana. NM le dijo que yo no solía fumar y que su marihuana era muy fuerte y que todo el mundo terminaba muy afectado cuando la fumaba. NM le dijo que el ya estaba acostumbrado, pero que todos los amigos que habían ido con él allí, salían siempre muy fumados. El tipo se puso de píe y desapareció, NM entonces me dijo que el hombre era escritor, pero un escritor extraño porque además era pintor. Que escribía textos en lienzos pero que no escribía de un modo lineal sino que era una mezcla de pintura y escritura. Pregunté si podíamos ver algo y NM dijo que seguramente el tipo no quería. Que tenía una relación complicada con todo aquello. De repente el tipo volvió. Se sentó con otra botella de mezcal. Me di cuenta que nos habíamos bebido una entera ya. Nos sirvió. Bebí pensando que la borrachera diluiría el efecto de eco que había en todo, alrededor de mi. Le pregunté que a qué se dedicaba, me dijo que no sabía muy bien, pero que sobre todo vivía de robar obras de arte. La confesión y la naturalidad de la confesión me dejó desconcertado, pero también me hizo sentir más cómodo, como si para el tipo yo fuera alguien de fiar. Bebí más mezcal.  NM de repente le preguntó por algo, por si nos podía acercar a la fábrica par que yo la conociese. EL tipo dudó, me miró y le dijo a NM que yo no estaba en el mejor de los estados, pero al final, se quedó un rato largo callado, mirándome fijamente, un rato en el que yo no sabía si mirarle o desviar la mirada. Entonces me pareció que todo aquello, para él, tenía que ver con las fotografías proyectadas con imágenes de tenis. De alguna manera el tipo se comunicaba así, lanzando pelotas y esperando reveses y derechas liftadas. Aguanté la mirada, pensando que aquello debía ser un juego. Nos miramos un rato que a mi me pareció infinito. Le miraba a los ojos, y me imaginaba el sonido de la pelota de tenis, ese sonido reverberaba en la habitación. Finalmente él giró la cabeza y miró a NM que fumaba y se entretenía mirando el humo y le dijo que fuéramos a la fábrica. Salimos y nos montamos en el coche de la hermana de NM. El tipo me dijo que me sentara yo adelante. NM condujo callado, nadie hablaba. NM puso música y el tipo dijo que la apagara. Todo era silencio en el coche. Yo sentía el estómago revuelto. Abrí la ventanilla para sentir el aire. De la calle venía un aire cálido, cargado, lento, con estela. Lo respiré y noté el olor cargado de la ciudad, el olor denso y sucio de los coches. NM condujo concentrado. Salimos por el norte hacia las afueras de la ciudad. Entonces el coche de NM se averió. Lo detuvo como pudo a un lado. Bajamos y señalizamos la zona. El tipo miró a NM y le insultó. Le dijo que antes de llamar a nadie, antes de hacer nada, llamara a un taxi para que viniera a buscarle. NM estaba nervioso, tenso. Llamó a un radiotaxi. Diez minutos después apareció. EL tipo se montó y sin decir nada se fue. Nos quedamos NM y yo allí, en mitad de la autovía sin saber que hacer. NM finalmente llamó a su padre y media hora después apareció una grúa. Nos acercaros hasta casa de NM. Me dijo que si quería podía dormir en su casa, pero le dije que mejor no, que mejor me volvía. Nos despedimos de un modo frío. Siempre pensé que NM todo el rato tenía ganas de llorar. Me vi ahí y me puse andar. Fui andando todo el rato, crucé la ciudad y dos horas y media después llegué a casa. Esas dos horas las recuerdo vagas, como si no hubieran sido dos horas y media sino cinco minutos en los que habían estado concentrados toda mi vida. En ese paseo pensé en NM y en el tipo. Pensé que aquella era una época rara de mi vida y me sentí desubicado. Caminé y creo que no lo hice en línea recta sino que tomé desvios equivocados o siempre he pensando que fue así, pero quizá si caminé bien, siguiendo una línea recta invisible entre aquella zona de la ciudad y mi casa. El caso es que pensé que en el fondo era un extranjero entre aquella gente y que quizá no debería volver, también asumí que todo aquello, la noche, el tipo, el nombre de la fábrica, todo aquello, me habían producido un profundo desasosiego. Cuando llegué a casa me tumbé  y tardé en dormirme, pero decidí no volver jamás, a ver a aquella gente.

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