miércoles, diciembre 10, 2008

Eterno retorno

Me quedé mirando su cara, esperando encontrar realmente algo, un vestigio de ese sentimiento impenetrable. Esperando ver una señal, algo que dijera algo. Un gesto que descifrara esa inmutabilidad, pero evidentemente no encontré nada, hay personas con una capacidad sobrenatural para no expresar y a mi, que siempre he sido un manojo de expresiones, que hasta el mas mínimo sentimiento se me refleja en muecas, en gestos incontrolables, de los que muchas veces ni yo mismo me doy cuenta, aquello siempre me resulta no ya solo inalcanzable, sino incomprensible, extraño y sorprendente. Allí estaba su cara, y lo mismo hubiera dado estar ahí, que en medio de un desierto, esa cara hubiera estado mostrando el mismo gesto, la misma expresión, un eco vacio de lo que sucedería dentro, en esa zona inalcanzable de las personas. No había mas que el mismo rostro, un enigma imposible en aquella cara que bien podría ser la de unos buenos dias o la del fin del mundo. Ni una solo mensaje. Nada.

Luego me levanté, además la inexpresividad, la impasibilidad me genera impaciencia y como no quería insistir, no quería interrogar, me levanté y salí fuera. Miré el reloj y pensé en los secretos, en si realmente estos existen. ¿Que coño es un secreto? ¿Un vacio, un silencio, algo que se trasmite en direcciones predefinidas, pensadas de antemano? Sólo esperaba una respuesta. Creo que sólo esperaba una respuesta. Menos aún, un gesto, la posibilidad de una expresión ante tanto frio y comenzaba a sospechar que no lo habría, que no habría respuesta. Volví a entrar, me encontré el mismo gesto que era la ausencia de cualquier gesto. Lo mismo hubiera descifrado de un hielo en una nevera. Me volví a sentar. Volví a mirar y pregunté de nuevo. Evidentemente hubo silencio, no hubo respuesta. Y así hasta hoy y por siempre.

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