miércoles, diciembre 17, 2008

El fantasma de los musicales

Por supuesto que también tuvo que ver que a mi el género nunca me enganchó, podría agregar incluso que me desagrada, pero aún y así creo que objetivamente una situación así no es fácilmente soportable. A mi me gustan las cosas mas claras, sin adornos, sin prolongaciones, sin tanta épica.

La conocí a la salida de una pelícua, y evidentemente no sospeché nada. Al principio todo te parece bien. Y si a ella le gustaban tanto los musicales era una cosa que no ya sólo no me molestaba sino que incluso me propuse hacer mas caso al género. Las relaciones o bien aumentan tus carencias o las disminuyen y yo pensé al principio que a partir de entonces iría a ver mas. Me preocupé por estar pendiente. Superando cualquier prejuicio me comí cualquier cantidad de ellos, aceptando que el desagrado estaba sustentado por mis complejos. Un dia fuimos a uno y a la salida fuimos a cenar. Debí estar atento, debí ser menos romántico, mas pragmático, que el segundo plato lo pidiera cantando y haciendo un amago de baile debió hacerme saltar las alarmas, pero no. Yo andaba en otra cosa, pendiente de superar prejuicios. A partir de ahí las cosas se dispararon. Mi vida, su vida, nuestra relación se convirtió en un musical. Los paseos no eran paseos, eran coreografías, las cenas, los desayunos, el sexo. Cada acto de nuestra relación era un numero. ella cantaba y yo debía moverme observandola. Ella cantaba, gesticulaba, giraba, saltaba. Si discutiamos había baile y canción, si había celos había baile y canción, si follabamos, había baile y canción. Quedabamos en Sol y ella aparecía aparentemente modosa, tranquila. Yo saludaba como saludan los mortales, un beso en el labio, un "hola ¿como estás?" y ya, sin que realmente sonaran, empezaba a oir las lejanas notas de la intro. Voz suave pero en agudos, lejana, cohibida que contesta cantando, gesto mirando al cielo, no suenan las percusiones pero yo las veo venir, y claro que vienen, suenan las cuerdas, los vientos y ella que canta, que se sube al oso y el madroño, que gira agarrada del madroño, la gente que mira flipando, pero ella que se cree que son bailarines, que son un montón de gente que la acompaña. Ella canta el saludo y yo que miro sin mirar, rezando por que no pase alguien que me conozca. Los peruanos que tocan el condor pasa, pero que a ella le debe sonar a Brodway. Así el saludo, luego paseo donde las cosas vuelven a la normalidad, de repente pasa alguien, una chica mona, la vista que se me va porque la vista no se controla, la vista va sola y ahi si, en medio de una calle vacia, es de noche y suena un piano, no suena , pero yo ya los oigo. Ella que llora y se sienta en un banco cantando con lágrimas, con música de dolor, las luces que bajan y la escena de celos es el numero trágico del asunto... De las escenas de sexo mejor no hablar.

Así que ni corto ni perezoso, la cito en mi casa, no tengo tant valor para liarla en la calle. Viene y ahí no es que entren cuerdas, ahí entra la banda entera aporreando a tope y yo que si, que también se bailar y cantar poco pero si hay que hacerlo se hace y con voz profunda y elevada le digo que se acabo, que esto de los musiales no hay quien lo aguante y se apagan las luces y el público no se si aplaude pero el teatro, eso si, se cierra.

1 comentario:

stel dijo...

Oye,yo te cedo mi historia de trenes en tanto que vayamos a medias con los beneficios y no hagas un musical eh?

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