domingo, diciembre 26, 2010

Escena en bucle

Llevo un rato mirando como revienta la luz contra la marea, el juego lumínico aparte de hermoso es hipnótico. No pienso en nada concreto, bebo un vermouth y pasa el tiempo. Hay momentos que nos dejamos arrastrar, nada más, se es parte de la marea. Enciendo un cigarro, lo enciendo despacio, lo mejor, siempre, es la primera calada, el primer humo. En ese instante pasa un joven por la orilla despistado, mirando al suelo, arrastrando los pies como si no quisiera dejar huellas. El chico gira y se detiene, se queda un rato mirando, como yo, el movimiento no aleatorio de olas, la corriente, el juego de luz en el mar, algunos segundos después aparece una chica se pone a su lado y no hablan, ella trata de cogerle la mano pero el hace un gesto seco y la cierra, la escurre por el aire. Se quedan mirando, ambos, el mar. Yo, evidentemente, ya no miro el mar, les miro a ellos. El chico, gira y sigue andando, ella se pone detrás de él y le dice algo, mueve la boca pero yo no escucho nada, se que le dice algo pero yo sólo escucho brisa y olas. Dejo el vermouth en la mesa y me pongo en píe. Les sigo a unos cuantos metros por la orilla. Durante muchos metros no hablan, avanzan playa adelante, casi en paralelo, aunque el chico siempre saca un poco de distancia a la chica. Ella es hermosa, claro que es hermosa, lleva los pies descalzos, el pelo recogido de un modo casual. El está centrado en las no huellas, se que toda su concentración está en las no huellas, en caminar y arrastrar los pies, casi no levantarlos, ella vuelve a decirle algo, algo inconcluso, algo desesperado, yo les sigo detrás. Llegan al final de la larga playa, hay unas rocas, el las trepa con habilidad, ella le sigue con poca fe, está a punto de girarse y no seguirle más, pero trepa como último intento, yo aprovecho otras piedras para verles sin ser visto. Ahora será, como siempre, igual. Ella dirá dos frases más, casi dos suplicas, él no escuchará, no responderá. Ella volverá a hablar por última vez, se girará y no volverá, yo me quedaré viéndome, mirando ese instante infinitamente repetido en mi cabeza. Debí seguirla, debí hacerlo, debí detenerla antes de que su píe resbalara piedra abajo. Soy yo mirando aquella escena una y otra vez, cada mañana de mi vida. Soy yo el que debí aguantarla, besarla. Ahora miro siempre con tan nitidez aquel recuerdo, aquel instante que se sucede una y otra vez, frente a mi.

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