lunes, diciembre 20, 2010

Avenida

Esa avenida tenía mucho de avenida hacia la nada. Se extendía poco edificada a los lados y cada dos o tres manzanas había algún local amplio de electrocarburos o ferreterías terribles. Los edificios eran viejos y de difícil ubicación temporal, estaban desgastados y sin embargo no parecían tener más de diez o doce años. Aquella avenida era triste y era triste trabajar allí, así que no aguanté mucho en aquel trabajo. El horario se me hacía cuesta arriba, tenía que sentarme en una mesa en medio de una casa vacía, decorada con algunos artículos abrasivos. El tipo que me había contratado quería que estuviera allí cogiendo el teléfono y ordenando los pedidos, ambas cosas se solucionaban en dos o tres minutos al día. Generalmente me asomaba al balcón a mirar la avenida, enfrente había un edificio abandonado con un reloj que se había quedado parado en las once y dieciséis y pensaba en otras posibilidades. El edificio era de dos plantas t y tenía cuatro apartamentos, todos deshabitados. Se entraba por un garaje y se subía por una escalera trasera desde la que se veía una casa abandonada. La casa era muy amplia, estaba prácticamente vacía: estaba la mesa, unas cuantas estanterías metálicas con todos los productos que aquel hombre vendía por zonas industriales de las poblaciones cercanas, el teléfono y el vacío. El primer día llegué dispuesto, decidido a entregarme a aquel trabajo para sacarme un dinero, pero con rapidez perdí la motivación. Perdía el tiempo escribiendo pésimas letras de canciones y algunos relatos que empezaban oscuros en los dos primeros párrafos y jamás concluía. Cuando sonaba el teléfono, una vez o dos, como mucho, al cabo del día, me emocionaba con la posibilidad de que fuera mi ex novia, que por arte de magia había averiguado que yo trabajaba ahí y que un golpe imposible del azar le había hecho tener el número de teléfono. En el desgarro y la desesperación también hay mucha ficción, mucho poder de imaginar. Jamás fue ella, siempre era alguna tipa reclamando no se que pedido o no se que problema de unos artículos que yo jamás comprendí. Pasaba el día, amontonándose los minutos como una masa por hacer. Miraba el reloj cuando daba la hora y salía disparado. Aquella avenida estaba lejos de casa y el viaje de vuelta en autobús era largo. Cuando llegaba a casa era de noche. Duró poco, muy poco. Un día deje de ir, avisé mal y tarde y quedé como un autentico cretino ante aquel hombre, pero poco me preocupó cuando no me pagó ni sólo día de trabajo. Mirado con distancia fueron días peculiares. Vacíos, sin nada. Como la avenida. Creo que siempre pensé que aquella avenida estaba gobernada por aquel edificio abandonado que había justo enfrente, con aquel reloj cinematográfico detenido en las once y dieciséis.

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