viernes, noviembre 12, 2010

El amor

Luego es fácil, claro que es fácil, lo llamas amor y está resuelto pero aquello era otra cosa. No era amor. Yo no creo en el amor. El debate, lo sé, es viejo. Amor. Están esos enloquecidos defensores de esa abstracción imposible, los románticos. Que si, que defienden una cosa que no es. No es amor, es otra cosa. ¿Qué es amor? Aquello no lo fue. Me hubiera arrastrado por el suelo, si hubiera hecho falta, pero no fue amor. No se que es el amor y jamás, nadie, me lo ha podido explicar. Aquello era locura o algo parecido a la locura, a una posesión. Me transformé. Cambié mis formas internas. Mi pensamiento no era yo. Era un haz extraño, dirigido hacia su rostro, porque no confesarlo, también hacia sus piernas, hacia sus gestos, hacia su olor. Si estaba cerca era terrible, si estaba lejos, casi peor. Si nos veíamos en un café, el café era un sitio perturbador, una molestia. Nada era agradable porque todo me separaba de ella. El aire, las luces, el café, la espera, el tiempo, eran muros. Si lo pienso, no se que esperaba, pero todo el rato esperaba, la esperaba a ella, a algo invisible, inaccesible de ella. Su piel, pero era algo más que su piel. Su boca, sus pechos, sus rodillas me producían una forma muy especifica de ansiedad. Los quería en mi pero más allá del puro sexo, más allá de mi boca recorriendo miembros. Quería ir más adentro, más profundo que una penetración, más lejos. A esa zona imposible de los seres. Una zona que nadie conoce, una inmensidad inexistente. Si no estaba todo era terrible y agotador. Recorría las calles mirando rostros, esperando verla, encontrármela por un azar que jamás jugó a mi favor. EN cada esquina sentía un vuelco creyendo haberla visto, pero no, no era ella, jamás me la encontré. Si me quedaba en casa, si estaba con otros, todo se convertía en el tramite de espera para volverla a ver. Eran inmensos tiempos muertos de mi vida. En el trabajo, en la calle, en el baño, en la ducha todo era una imagen imprecisa, indefinida, de su cara, de sus manos, de ella. Era ella, todo el rato, como una marca. Una presencia agotadora, extenuante. No es amor, era locura. No la amaba, no. El amor no existe. Existe una ambición, una ambición incomprensible. Algo terrible. Por supuesto, me apartó definitivamente de su lado. Al principio vi la nada. Un ciego con visión. Ahora sólo la recuerdo. Poco más se. Yo me aparté de esos juegos, decidí no entrar en ese engaño del amor. De ella supe poco, se casó. Fuimos envejeciendo paralelamente, sin volvernos a ver. Ella vive con ese tipo, creo que a eso le llaman amor a lo mío soledad.

2 comentarios:

**V** dijo...

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Anónimo dijo...

que grande

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