martes, noviembre 02, 2010

Carnaval en una ciudad triste

Dejé de verle en el año 96. No fue mi mejor año, aunque tampoco fue el peor. Nunca hay un peor año de tu vida. Si puede ser que en general el año 96 fuera desolado o algo parecido a un aislamiento. El caso es que fue un año en que las cosas empezaron a cambiar y la gente de entonces, con la que pasaba más tiempo, empezó cada uno a llevar otros ritmos. En general yo habitaba en una forma imprecisa de aislamiento y quería largarme, pero largarme seguramente a un destino invisible porque en general había perdido la brújula. Recuerdo plantearme irme a vivir a Argentina donde no conocía a nadie, pero uno puede plantearse cualquier destino cuando ha perdido el suyo. A R le dejé de ver en esa época. Nos llevábamos bien y mal. Creo que éramos muy parecidos en aspectos y opuestos en otros, también había zonas de nuestra personalidad que no eran trasladables a nuestra relación. Habíamos sido íntimos y generalmente nos atraían las mismas tipas. Fuimos novios de una misma chica con la que yo terminé estando un tiempo y sospecho que él me recriminaba en silencio eso. Sin embargo la chica se convirtió en algo contundente durante un tiempo. R fue evaporándose en otras rutinas en las que yo ya no fui entrando aunque el, tiempo después, me comentó que le dio tristeza ver que yo me fui alejando. Nunca desvelé que en realidad en esa época me alejé de todo, de R, de la novia que tuvimos en común, de mi casa, de mis discos y me quedé con algunos libros que se volvieron importantes. Uno puede depositar todas sus esperanzas en uno, dos o tres libros y esos libros pueden acudir a tu grito de auxilio y responder con creces al desgarro. Así que dejé de ver a R, le perdí la pista o él me la perdió a mi: esos juegos de amistades tienen siempre las dos caras, somos todos alejándonos y acercándonos. Luego, años después, me llegaba alguna frase, algún eco, poca cosa. Había vuelto a su ciudad donde los dos habíamos viajado alguna vez, se dedicaba a un negocio familiar y seguía conectado de algún modo con la música. Me imaginé siempre que su vida era triste, que seguramente había engordado mucho y que aquella forma de rebeldía se había ido aplacando hacia una cierta amargura vital, pero generalmente nos equivocamos con las prefiguraciones de las vidas presentes de la gente del pasado. Un día, hace muy poco, alguien me habló de R, comentarios difusos, ningún dato revelador sobre su vida. Mientras el otro me hablaba recordé una noche un río con R, había más gente. R me propuso fumar marihuana por primera vez, ambos nos estrenamos juntos. Los demás en esa noche en el río no sabían nada. Salimos del agua y nos fuimos monte adentro, fumamos torpemente. R me indicaba las instrucciones para hacerlo bien. Aspiramos, cerramos los ojos y volvimos al río donde un grupo de gente, en el que no conocía a nadie, bebían metidos en el agua. Esperé algo, sensaciones especiales durante un rato, pero lo que acudió a mi en esa madrugada en el río fue un letargo agradable, miré a R varias veces que miraba algo y luego a mi y hacía un gesto invisible. Luego se acercó nadando y me preguntó que sentía y yo le contesté que lentitud, como si la corriente estuviera deslizándose hacia el aire. En el grupo de gente de desconocidos para mi, había un tipa extranjera, iba con su novio, que era de esa ciudad triste donde estábamos pasando el carnaval. La tipa salió a la vez que yo del agua, ambos argumentamos frío. Yo me metí en un coche a cambiarme y la tipa entró medio desnuda e hicimos el amor o ella hizo el amor y yo algo indefinido porque estaba aterrorizado con la fácil posibilidad de ser descubiertos por su novio que estaba a unos metros , en el agua. El sexo fue extraño pero aún así, bajo la torpeza y la sensación de urgencia, velocidad y peligro, lo disfruté. Minutos después aparecieron todos. Discutiendo, insultándose. R estaba indignado, violento. Nos montamos en los coches. Yo estaba asustado con una mezcla confusa entre la paranoia de que aquella situación se estuviera dando por el sexo con aquella chica impredecible y por las sensaciones aletargadas de mi primera experiencia con la marihuana. El asunto lo comprendí al llegar a la ciudad triste que aún celebraba carnavales. El novio de la tipa había acariciado bajo el agua a R y a R el asunto le pareció irrespetuoso. Luego yo le confesé a a R lo que había sucedido con la novia del tipo. Creo que sonreimos. Caminamos y me preguntó que si había sentido cosas con la marihuana. Contesté que si.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Recuerdo plantearme irme a vivir a Argentina donde no conocía a nadie, pero uno puede plantearse cualquier destino cuando ha perdido el suyo"

Me encantó!


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