miércoles, julio 21, 2010

Un terrible asunto de oficinistas

¿Cómo explicarlo? Mi vida salió impresa en un folios. No fue que yo hubiera escrito un largo texto autobiográfico narrando mis alegrias y desdichas a lo largo de los días en este planeta y finalmente le hubiera dado a imprimir para tenerlo físicamente. El asunto fue diferente e inexplicable.

Horario de oficina, cuatro semanas de vacaciones al año, catorce pagas. Cesta de navidad. Mi vida no era especial, pero no estaba mal. No me excedía en horas, en verano jornada continua, un ambiente relativamente amable en el departamento. Un puesto con responsabilidades y cierto toque de creatividad en determinadas decisiones. Un compañero de igual a igual. Buena relación, sin grandes emociones, sin compartir secretos, pero una relación cómoda. Ambos trabajamos centrados en los mismo proyectos, misma responsabilidad, entrega parecida. No escatimamos esfuerzos cuando son necesarios. De resto poca cosa. Una pareja estable, dos hijos educados, buenos chicos. Algún viaje veraniego y reuniones con amigos los fines de semana. La felicidad no precisa de mucho más. Se puede contabilizar, pones los peros y los contras de tu vida y restas, el resultado en mi caso era positivo, por lo tanto era feliz. Pero salió impresa toda mi vida, de repente, por aquella impresora HP 8500. Un robot escupiendo documentos muchas horas al día. El lugar donde se concretan contratos. Papeles que luego han de ser firmados, leídos con atención. Ahí, ahí salió mi vida impresa, entera. La vi en aquella hoja miserable. Cada caracter de tinta negra eran mis venas, mis pasos, mi existencia. Ahí estaba mi existencia reproducida, en cada giro de letra, en cada línea. Yo me había levantado de mi lugar recoger el contrato que firmaríamos esa tarde. Lo había leído detenidamente, estaba bien redactado, sin errores, concreto, preciso. Álvaro lo había leído a su vez, le parecía bien. Confiaba en mi redacción, se me daba bien. Imprimí. Caminé ajeno a ese encuentro con todas mis frustraciones, con todos mis pasos en falso, con todos mis errores. Recorrí el pasillo pisando la moqueta, pasando al lado de Paco, que de camino soltó alguna frase sobre mi equipo de futbol que había perdido ese fin de semana, seguí de largo. La oficina espaciosa, la luz que entra desde la avenida, la vista privilegiada de ese piso elevado de ese bloque de oficinas. Entró en la sala de máquinas y de golpe mi vida impresa. Encima de mi contrato recién impreso, aún caliente, está otro folio. Lo cojo sin saberlo, creyendo que estpy cogiendo la página 1 del contrato y leo y todas las imágenes se vienen, diecisiete años de entrega, de compañerismo se condensan en la nómina impresa de Álvaro. La nómina elevada, que casi duplica mi sueldo de mi compañero de mi otro yo laboral. Dieciesiete años trabajando mano a mano, en las mismas labores. Mi vida entera impresa en ese papel. Mi conformidad, mi confiar en la gente y Álvaro callado, con su sueldo tremendo. Y veo a mi mujer hablando siempre bien de Álvaro " ese buen hombre, ese gran compañero" y las cenas empresariales junto a Álvaro y las sonrisas de los otros y Álvaro callado. Las hijas de Álvaro, la mujer de Álvaro en aquel viaje mirandome distante, conociendo seguro mi conformidad. Mi vida impresa en la nómina de Álvaro. Y Vuelvo por el pasillo y le digo a Álvaro que relea el contrato y pongo su nómina en primera página y Álvaro que levanta la vista, sonríe y dice "algún día lo tendrías que saber". Y me acerco a la mesa y llamo a mi mujer y hasta ella parece saberlo "¿qué más da lo que gane Álvaro?" y cojo la grapadora y la lanzo contra Álvaro y lanzo el teclado contra su jodida cara de falso y lanzo el monitor y subo a la mesa y grito insultos extraños, incomprensibles y veo de nuevo la nómina de Álvaro y mi vida entera se desvanece en esa cifra.

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