jueves, julio 15, 2010

Avispa

Escuchó un perro ladrar a lo lejos, una brisa levemente fresca atraviesa el espacio en el que estoy ubicado. He dejado unos segundos en los que parecía que no estuviera ocurriendo nada. Hay un instante al final de la tarde en verano en el que el tiempo se mueve de un modo radicalmente distinto o apenas se mueve, y sin embargo notas que el sol va decreciendo con más velocidad que a lo largo del día. Son las horas en que más cambia la luz. Se va de la luminosidad absoluta hacia la noche. He cerrado los ojos, he imaginado un espacio abierto, inmenso. Tiendo a imaginar espacios abiertos, casi de paredes blancas o paredes que no son paredes porque eso que veo como blanco en realidad se puede atravesar. En una ventana a lo lejos hay colgadas unas sábanas que a ratos se mueven poquísimo, seguramente impulsadas por esas brisas invisibles que tanto se agradecen. A mi lado hay una flor blanca. Más allá las sombras de otros edificios. He pensado en gente que hace tiempo que no veo. Estarán por alguna calle de la ciudad ahora mismo o quizá pensando en cualquier cosa, están, viven sin embargo la gente que no vemos, que no percibimos cerca parece que habitan en un mundo que no es del todo este. Eugenio, por ejemplo. Eugenio andará ahora por Madrid, o estará en su casa esperando a que pase el calor, pero si pienso en Eugenio no lo percibo en esta realidad, está en otro lado, en una dimensión paralela, en un lugar que está y no está aquí. Está en otro verano o a lo mejor soy yo el que está en otro verano, en otra hora. En esta hora lenta que cae y sigue, que todo se detiene y avanza. Oigo una avispa, pasa y sigue. Poco después ese sonido vuelve a escena. Pienso entonces que me gustaría una canción que se llame avispa. Esos son los significados de ciertos títulos, Avispa a secas para mi puede ir ligado a este momento laxo, quieto, pacifico; sin embargo podría haber tantas lecturas en un título como avispa. La avispa sigue su vida y yo sigo la mía, ambos nos quedamos en este instante no detenido pero que podría parecerlo. No hay instantes detenidos salvo en las fotos, que asaltan y detienen algo que realmente jamás sucedió, porque nada se queda tan quieto, sin tiempo. El vuelo de la avispa nunca estuvo quieto. Sin darme cuenta tarareo un coro repetitivo. Los sonidos van y vienen. El perro ya no ladra. Las sabanas siguen moviéndose aleatoriamente por esa brisa que pasa y vaya a saber uno donde es que va y muere. Todo se detiene, pero cuando me fijo la luz ya no es la misma que hace unos minutos. Y mientras tanto; mientras tanto Eugenio.

1 comentario:

illot dijo...

qué bueno!

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