miércoles, abril 14, 2010

P.S.H.

Aquella mañana despertó, miró a su mujer y rotundo, contundente y sin ningún atisbo de duda le dijo:

.- Quiero que a partir de ahora me llames Philip Seymour Hoffman

No era por un motivo de admiración, no. El actor de mismo nombre no le resultaba un tipo carismático o una personalidad a seguir. Tenía grandes papeles y los ejercía con enorme precisión. Se intuía un tipo con capacidad para dirigir su carrera y escoger papeles en buenas películas, de buenos guiones, pero era demasiado rubio para su gusto, demasiado blando en un sentido físico. El sentía más atracción por esos galanes del siglo 21. Encontraba, por ejemplo, mucho más atractivo en George Clooney o Ewan Mcgregor. Si hubiera sido por un motivo de atractivos o de carismas hubiera escogido esos nombres, pero quería ser Philip Seymour Hoffman porque aquella noche soñó que ese nombre, esas palabras precisas, escondían algo que le estaba oculto y sólo a él, bajo esa nueva identidad le sería revelado.

.- No preguntes, no indagues, amor; pero soy Philip Seymour Hoffman.

.- ¿Cómo el actor?

.- Exáctamente, pero sin serlo. Soy otro Philip Seymour Hoffman. El mismo nombre para otra identidad. La mía tiene un fin. Seguramente la del actor también, ser oscarizado, ser reconocido; un tipo con una carrera brillante. Mi fin es otro.

.- ¿Cual, Philip?

.- Otro que sólo a mi, como Philip Seymour Hoffman, me será revelado. Y no vale que digas sólo Philip. Hay que pronunciar el nombre completo, cariño. Philip, Seymour y Hoffman. No descartar ninguna de las tres partes del nombre, de mi nuevo nombre. Que coincida con el actor no es más que una mera casualidad.

Entonces Philip Seymour Hoffman se levantó. Siguió los ritos de cada mañana. Orinó con poca puntería, preparó café, encendió la radio. Se sentó en la silla de la cocina donde siempre se sentaba, pero algo había cambiado para siempre, de momento sólo tenía conciencia de los cambios en su nombre, pero sabía que ya vendrían más, unos detrás de otros . Tomó el café con algo más de urgencia de la habitual. Se duchó, comprobando sin embargo que su cuerpo seguía siendo exacto. Las carnes colgando en el abdomen de manera caótica, las piernas estrechándose de manera incomprensible desde los muslos a los tobillos, el bello muy oscuro contrastando brutalmente con su piel blanquecina, el pene colgando como el vestigio de un mundo que resplandeció y ahora sobrevive agónico y melancólico tras el apocalipsis. Cerró el grifo, el vaho recorría como un fantasma todo el baño. Salió de la ducha, alcanzó la toalla y se empezó a secar. Trató de mirarse en el espejo pero el vaho lo cubría. Lanzó la el dedo y trazo una P, una S y una H. El hueco de las tres letras dejaba ver partes de su cara, que aparentemente sigue siendo la misma. El vaho se deslizaba por el espejo y deformaba las letras. Al otro lado de la puerta, la mujer, con voz preocupada y lejana, dijo.

.-Philip Seymour Hoffman, ¿Va todo bien? Estás tardando mucho. Escúchame cariño. ¿Estás bien?

Entonces Philip Seymour Hoffman contesta que si. Que todo está bien, que simplemente anda buscando el secreto, que busca pistas. Que ahora simplemente trazaba las sílabas de su nuevo nombre sobre el vaho del espejo, pero que nada aún le ha sido revelado.

Sale del baño y todo sigue igual que cada mañana. Se viste, se despide con el beso rutinario pero no exento de cariño, de su mujer. Sale a la calle, camina hasta el metro. Desciende en las escaleras mecánicas, en el andén ve un cartel anunciando una película. La duda (Doubt), protagonizada por el actor de mismo nombre que su nuevo nombre. Se queda mirando el cartel, lo mira mucho rato. Lee su nuevo nombre, lee el de Meryl Streep, el del director, John Patrick Shanley; Deja pasar un tren, deja pasar otro tren, mira obsesivo el cartel. Lee cada frase, cada detalle. El título de la película, los nombres, los colores del cartel. Frases de críticas de periódicos americanos repartidas a lo largo y ancho del cartel, adaptación de la obra teatral. Detalles que le puedan dar pistas, pero nada le es revelado tampoco en el cartel. Se monta en el metro y mira a los otros ciudadanos.
Avanza el tren por los túneles cavados por el subsuelo de la ciudad.Se ve reflejado en el cristal den enfrente, en el reflejo ve al tipo que tiene sentado a su lado y que sólo puede ver en el reflejo. Es un tipo trajeado, de mediana edad, con algo de barba, bastante atractivo. Trata de adivinar su nombre por la forma de su cara, pero todos los intentos le parecen absurdos. Se gira, le mira y le pregunta:

.- Perdone el descaro, pero sería tan amable de decirme su nombre

.- Soy Philip, Philip Seymour Hoffman. Como usted, como todos

Entonces Philip Seymour Hoffman, que somos todos, funde a negro.

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