sábado, abril 10, 2010

Animales

Por la mañana podría ser una cebra, era lo menos habitual, pero también se daba esa opción. Generalmente me movía más entre los delfines o las marmotas. Me gustaba despertarme delfín porque el día se abría como un océano ante mi y yo me deslizaba por las primeras horas de la mañana con una cadencia agradable, avanzando entre las primeras horas bajo esa amable compenetración, en una armonía total con el arranque del día. Otras veces según despertaba era marmota y todo se me hacía espeso y lento y mi andar no era tan fluido. La mañana era un lugar que estaba lejos y yo avanzaba hacia ella con pesadez. Luego el día podía deparar cualquier cosa. A mediodía podía ser culebra, vaca o elefante, puma o incluso jabalí; salía de la oficina y penetraba en la selva de los menús a cazar mi almuerzo y no siempre se daba bien la caza. Caminaba por las calles acechando cualquier esquina para saltar a una manada de filetes o de platos de lentejas. Luego, dependiendo de la época, podía haber lugares en los que me convertía en pinguino, esto habitualmente sucedía en los locales mal llamados climatizados en los meses de verano, en algunos autobuses y en el coche de algún amigo. En verano las transformaciones eran muy veloces y muy variadas, caminando por la calle, respirando los perfumes de las chicas con ropas livianas al pasar, me podía convertir en gorila, orangután, conejo o cualquier macho de la pirámide alimenticia. Soy León en el despacho, enfrentado a las dificultades y el agotador enfrentamiento contra los otros animales. Atacar sin ser visto, defenderte y estar alerta a cada minuto, manejar a los tuyos con dureza y sin debilidad. A veces llego a casa exhausto y me sorprendo mirando a la vecina desde mi ventana convertido en girafa. Me siento en el sofá y ahí o me vuelvo perro y me quedo acostado pasando canales de televisión ante mis ojos o me da por volverme gato y las patas se van solas y se lanzan a la calle a merodear por mi barrio o por otros barrios, como gato uno jamás sabe donde están las gatitas. Entonces me voy por las calles al azar y a lo mejor entro en un bar y bebo algo escuchando algo de música y entonces hablo con alguien y generalmente, dominado por los efectos del alcohol me convierto o en loro o en pavo real, en cualquier caso en un ave de pluma colorida. Entonces suelto frases y soy tigre y termino en un taxi con una tigresa y subimos a casa y abrimos la puerta y nos lanzamos a la cama y ahí, entonces ahí soy tigre, pero también león, serpiente, elefante y conejo, liebre, puma, girafa, perro, gato y canguro o cualquier roedor. Soy animal y me vuelvo un animal. La vida, siempre, es una selva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

chapeau!

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