lunes, julio 10, 2006

La gorra roja

He salido a correr y sin darme cuenta, o mas bien, sin ser demasiado consciente, he cogido dos objetos que habitualmente no uso en mis salidas deportivas. Una es el Mp3 para oir música mientras corría y la otra una gorra roja, bastante fea, que lleva una vida conmigo. Mientras corría iba oyendo no se que canción mas bien ambiental. Las pocas veces que he usado la música para correr he notado que funcionan mejor esas musicas ambientales, minimalistas, que cualquier otra cosa mas marcada. Y la gorra iba ahí arriba hasta un momento en el que he sido consciente de lo absurdo del objeto. Ya no había sol. Me la he guardado como he podido en uno de los bolsillos minmos del pantalon deportivo y he buscado, viendo el alucinante color de la tarde sobre esa parte de Madrid, una canción de Sigur Ros que hacía tiempo no oía y que es una música que hicieron para no se que obra de teatro. ese momento el paso ha sido torpe, entre buscar la canción por el aparato, correr, la gorra, las llaves, la canción que no la encuentro y de repente empieza a sonar. Corro emocionado viendo ese color cojonudo del cielo y siento, casi, que no apoyo los pies en el suelo. De repente noto que la gorra no está, me detengo y veo la larga recta recorrida y a lo lejos el mínimo bulto rojo...

Esta gorra lleva unos doce años en mi casa o en las casas en las que he ido viviendo. Lo curioso de la gorra es que la use dos veces en mi vida con el mismo fin, para ser reconocido por alguien del pasado que sospechaba no me iba a reconocer. En las dos ocasiones dije:"por si no nos reconocemos llevaré una gorra roja". En ambas ocasiones la decisión de llevarla fue tomada igual que al salir hoy a correr, absolutamente inconciente, pues nunca uso gorra. La priemra de las veces fue cuando llegue a España, una tia y una prima me iban a buscar al aeropuerto, hacía nueve años que no las veía y desde los 12 hasta los 21, había muchisimas posibilidades de que en el cambio físico no fuera reconocido. La segunda fue cuando me encontré con mi padre 20 años despues de verle por ultima vez. Curiosamente, en ambas ocasiones la gorra no hizo falta, pero hoy creí obligatorio recorrer la larga recta para recogerla allí en el suelo y traerla conmigo a casa.

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