martes, agosto 23, 2011

No regreso

No hay regreso. El regreso, como tal, no existe. Nunca se vuelve. Nunca se estuvo aquí antes, previamente. Cada día mi casa es otra casa, cada noche las luces que se encienden son otras, no es el mismo impulso eléctrico, no es, por supuesto el mismo cielo y no hablo, por supuesto, desde un modo poético, hablo desde el lado más científico posible. Nada de esto fue antes, no hace, siquiera veinte minutos. No volvemos a casa después de comprar el pan, volvemos a otra casa, a un lugar distinto, desplazado bastantes kilómetros del anterior, muy lejos de esa casa de la que salimos silbando y poco prevenidos para intuir que jamás volveremos a esa casa. Así que mientras vas por la acera despistándote con agradables trozos de piel o con dibujos aéreos que forman, fugazmente, esas nubes infantiloides en el cielo el viaje, incesante, sigue su ritmo. Atrás queda algo, inevitablemente y olvídate de volver, porque volver no se vuelve. Alejándonos, con cierto esfuerzo, de esta realidad podemos hacer el juego de imaginar que eso que permanentemente se traslada hacia adelante o hacia los lados o hacia ningún lado, sino que es traslado por traslado, aquí, allí, sin una línea exactamente continua, es no obstante una forma de movimiento total y que a pesar de que todo se mueva y nada este en el punto anterior, si, de algún modo, nuestra casa sigue siendo nuestra casa y si volvemos, podemos creer esto o al menos jugar a esto, por el puro alivio de volver a algún lado, pero volver no se vuelve.

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