domingo, agosto 07, 2011

Fantasma

.- Hay días que son muchas casas. Otros días apenas es una, como mucho dos. Otros, muy pocos es cierto, no hay ninguna. Generalmente son apartamentos. Fluye. Gente que se va a otros apartamentos, que cambia de vida, que lo dejan con su pareja, que se van lejos o que mejoran o empeoran socialmente. Casas son menos. Pero siempre hay casas por alquilar en Buenos Aires, siempre. Yo llego con la nota de la oficina. Me dan la dirección y voy con la cámara. La mayoría de las veces me abre algún portero o me dan la llave en la oficina, pero hay veces que los inquilinos que se van, están ahí haciendo cajas, recogiendo los últimos detalles. No decanto por ninguna de las opciones. Cuando estoy a solas me siento una especie de fantasma. Estoy en esa casa vacía que acaba de dejar de ser habitada por unos y fotografío para alguien que verá las fotos en una web y terminará viviendo ahí. Cuando aún recogen me siento como la amenaza, de algún modo les muestro a los que se van un poco de los que están por venir. Es curioso. Hay casas de todo tipo en Buenos Aires. Apartamentos estrechos, anchos, altos, bajos, de dos pisos, de un piso, apartamentos divididos, apartamentos amargos, apartamentos húmedos, apartamentos feos, apartamentos cuadrados, apartamentos sigilosos, apartamentos periféricos, apartamentos con ruido, apartamentos con vistas, apartamentos sin puertas, apartamentos con demasiadas puertas. Nunca, ninguno, es fiel en la foto. Se ven más atractivos o no hacen justicia, pero no hay cosa más traidora que la foto de un apartamento. A veces me pregunto si en todas las ciudades sucede lo mismo, si los apartamentos de Budapest si son fieles a la foto. Creo que no. Los apartamentos, ninguno, tienen la perspectiva para entrar en el rectángulo de la foto. Ni en Buenos Aires, ni en Oporto. Ninguno. Creo, por más fotos que hago, que nunca encontraré un apartamento idóneo para ser fiel en la foto. Que la foto sea exactamente igual que lo que luego se percibe cuando se entra. A veces las paredes se ven menos rugosas, otras los colores emitidos no son tan agradables como cuando se está allí. A veces la luz es menos espesa o más bestial. No sé, creo que nadie puede fotografiar un apartamento fielmente y de partida es terrible, porque esa es mi misión real. No obstante, a veces, me dejo llevar por los juegos y busco perspectivas o encuadres distintos, un guiño al que mira la foto desde esa web de aquiler de apartamentos. A veces busco ese hueco que evocará el futuro inquilino, que le haga decir:"recuerdo que elegí este apartamento porque vi una foto que me provocó una enorme sensación de placidez". Lo pienso y ese sería mi gran éxito laboral, que el futuro inquilino recuerde, ya viviendo, la foto por la que decidió ir a ver ese apartamento. Sin embargo, generalmente me siento un fantasma. Estoy a solas en ese apartemento que ha sido abandonado y lo recorro, estoy un buen rato sacando fotos, todo en silencio. A veces miro por las ventanas y es desconcertante porque nunca siento que soy yo. Siento que miro con los ojos del que se fue, esas imágenes que recordará el que se fue y que su memoria distorsionará o siento que aún estoy por mirar, imagino los muebles que traerá el que a través de mi foto venga a vivir aquí. Soy el fantasma de la puerta. El que cierra y el que abre. El que mira y no vive. El fantasma de los apartamentos de Buenos Aires. Raro, ¿no?

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