miércoles, febrero 23, 2011

Volcánico

A Volcánico le gustaba la euforia como la primera forma de locura. Cuando bebía soltaba enormes monólogos que parecían no llegar o llegar a demasiados sitios. Bebedor compulsivo de ron, se sentaba en la mesa de atrás, donde no entraban los de las chabolas y contaba sus reflexiones a un público generalmente no atento, pendiente de sus vasos y sus conversaciones terrenales, alejadas de las desviaciones indefinidas de la cabeza en erupción de Volcánico:

.- Hay subidas, hay ascensiones de montaña rusa o de montañas verdaderas, de las de rocas y milenios. Subidas en las que se anticipa, en las que se empieza a ver una extensión desbordada e inabarcable. Ahí viene todo, ahí nos da el golpe en el pecho esa ascensión veloz. Se ve con claridad la alucinación. Entonces arrancamos con esa mezcla confusa de emociones y pajas mentales. En el subidón todo es tremendo: El sexo, la música, el dolor, la literatura, el silencio, las reflexiones, la memoria, las flores, la luz, los reflejos, el tiempo. Arriba desde esa montaña todo cambia de perspectiva y es hermoso. Uno está dentro de si mismo y ese que uno es se transforma en espectro, en una proyección brutal. Ahí arriba se experimenta con la sensación de alcance, como si todo estuviera algo más cerca. En la subida todo se vuelve poder, una forma como de pulpo, como de cangrejo. Ahí arriba todo se detiene como en los mares y se pasa lento a lo otro porque se está a mayor velocidad. Cuando se sube no se empieza a parar hasta que se empieza a bajar. Cuando se baja es otra cosa, es el inverso, todo se detiene y duele, pero ahora estamos subiendo, no paremos, no perdamos el empujón.


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