martes, febrero 01, 2011

Manuscrito

Escondió el manuscrito en una maleta vieja, la cerró y salió a la calle. En la primera esquina paró un taxi y con pronunciación correcta indicó su destino. El taxista tenía una enorme barba y un sombrero pequeño que no se acomodaba a su cabeza. Vio el paso de calles, vio gente caminando, vio más coches, más taxis. El taxista le empezó a hablar mirándole por el retrovisor, algo que le incomodaba. El hombre hizo una análisis delirado de un acontecimiento que sucedía por aquellos días en algún lugar del mundo, el contestó con desgana. En ese momento una moto cruzó de izquierda a derecha saltándose un semáforo y casi se accidentan. El taxista frenó en seco evitando milimétricamente el choque, no obstante, al taxista, el acontecimiento le resulta terrible, esclarecedor y le da un brote extraño de llanto. Habla de su familia, de sus hijos, de la levedad del ser, de lo liviano que es el destino y se baja del taxi en un estado casi de histeria. El coge la maleta y se baja, le pregunta al taxista si no piensa seguir con su trabajo, el taxista le llama insensible, ser terrible y alguna que otra cosa trascendental y solemne. El coge su maleta y se va por la acera paralela a un parque donde un perro corre tras una pelota de goma. Levanta la mano para parar otro taxi pero van todos ocupados. Camina acelerado, pero no mira el reloj, en el fondo no hay prisa. Toda su atención van centrada en el manuscrito. Se siente responsable de él, no ya sólo como autor, sino por la trascendencia que el considera que tendrá ese texto. Paralelo al parque, avanza sólido, firme. EN la primera para de autobús se detiene y se monta en un 124. Sube a la planta de arriba del autobús. Arriba un hombre trajeado va sentado solo, salvo ese hombre, el autobús va vacío. De repente siente que está siendo perseguido. Ese hombre trama algo, sospecha que va detrás de su maleta, de su manuscrito. Se sienta disimulando y mantiene la maleta en sus piernas. Mira a la calle, el sol está abriendo como si estuviera llegando repentinamente la primavera. Diez minutos después empieza a llover. El hombre del traje se baja del autobús y se queda absolutamente solo. Un pensamiento terrible le acecha, el conductor del bus le conduce a algún sitio para arrebatarle el manuscrito. Baja a la planta baja. Mira al conductor y pulsa el botón de siguiente parada. El autobús se detiene y baja acelerado, se siente a salvo, pero ya en la acera levanta la vista y ve gente, coches, edificios, una maraña terrible de amenazas. Abre la maleta y saca el texto. El texto es este texto, este que leemos y, sensatamente, considera que tampoco merece la pena vivir en la paranoia por esto, por estas frases, por este argumento, por esta historia. Así que aquí el hombre decide acabarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Delirante, tremendo, muy tú.


CL

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