sábado, febrero 19, 2011

Biografías. La primera

Venía de pueblo, de un pueblo bastante feo. Llegó joven a la ciudad. Primero estudió una carrera en la que más que aprender, le sirvió de huida, de carrera hacia adelante, hacia un horizonte invisible, invisible por inexistente. Se relacionó de un modo ambiguo con gente. No tenía amigos, tenía conocidos. Con los conocidos mantenía relaciones difusas, trataba de esconder algo que ni él sabía que era. Se enamoró de un chico de otra ciudad e hicieron varios viajes, pero jamás se acostaron. Un día de larga borrachera y de amanecer extraño le confesó un sentimiento que no quiso llamar amor, el otro se rió de él y se abrazaron. Terminó la carrera, buscó trabajos que no le satisfacían y que iba abandonando cada cierto tiempo. Mientras tanto se interesó por movimientos culturales alternativos. Empezó a visitar casas de cultura alternativas que organizaba eventos disparatados. Empezó a creer en un compromiso basado en la desidia y en la crítica del estado social reinante. Cada veinte o treinta días retiraba de la cuenta el dinero que seguían enviando sus padres. Cada tres o cuatro meses viajaba al pueblo, comía bien, descansaba y recordaba algunas escenas prescindibles de la infancia. En el autobús de vuelta siempre pensaba que el pueblo era un error y aplaudía la suerte de vivir en la ciudad. No obstante seguía anotado a las corrientes más radicales de cultura alternativa, aquellas que invitaban a quemar la forma social reinante. Mientras tanto nunca quemó nada. Se enamoró de un escocés y con el escocés mantuvo una relación larga y terrible. Discutían cada nueve o diez horas, hacían el amor cada dos o tres días. Viajó al extranjero y sintió que la vida se expandía, también su cultura. Una noche en Bogotá pensó que no tenía amigos y mirándose al espejo reconoció el gesto inmenso de su cinismo, una cara de imbécil que jamás podría quitarse, lo que se ocultó conscientemente fue su falsedad. En Colombia sacó fotos de calles, de barrios, de carreteras. Al llegar a la ciudad las mostró con desdén. Hizo una exposición con esas fotos y pensó en otras exposiciones. Había un concepto sólido tras sus ideas. Las exposiciones debían ser creativas, imaginativas pero cargadas de concepto, también de ironía y crítica. Se fue a vivir con su pareja más sólida, un chico más joven que él. Discutían cada tres o cuatro horas, se acostaban cada veinticuatro o cuarenta y ocho. A su nueva pareja le gustaba hacer el amor, siempre, a la misma hora. En las discusiones el otro era más violento, llegó a lanzarle objetos. Consiguió un trabajo, buen sueldo, buena posición, no obstante, y eso él lo sabía, se enfrentaba con su condición de extremo crítico. Viajó más. Conoció Honduras, Guatemala y El Salvador. Sacó fotos, fotos de niños, de militares y de carreteras. No organizó más exposiciones. Fue cambiando de conocidos. Jamás tuvo amigos. Ni uno. Una noche le confesó a su pareja que le odiaba, pero que lo más terrible o lo más hermoso, es que a él mismo se odiaba más. Su pareja se fue. Esta vez no se miró al espejo.

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