sábado, febrero 19, 2011

Tontos.

Llegué a la inmensa planicie repleta de tontos. Llegué en avión. Desde la ventanilla vi los caminos, los coches de todos los tontos avanzando hacia la nada, las casas amontonadas de los tontos, la pista de aeropuerto en medio de la inmensa planicie repleta de tontos. Me bajé del avión, los tontos saludan con desdén y con escasez de educación. Los tontos de la planicie viven con el temor de ser agredidos y agreden como modo de defensa. Los tontos hablan alto y generalmente no te dejan hablar y tienden a creer, como buenos tontos, que saben bastante de todo. Así que de primeras, y sin yo imaginarlo, los tontos, por ejemplo, tenían un sólido criterio del lugar de donde yo venía y a ellos les da igual no haber estado, pero con dos o tres titulares de periódicos se montan un criterio sólido y bien formado. Si de algo abusan los tontos es de su intuición distorsionada que confunden con su inexistente inteligencia. Así que a veces, por pura supervivencia me fui emborrachando con tontos, me fui mezclando con ellos, trabajé con ellos y claro, pasó algo terrible, que sigilósamente me convertí en tonto de la inmensa planicie. El asunto es evidente, habitaba en la planicie de los tontos, por lo tanto eres otro tonto más, no hay barrera, no hay distinción. En la planicie nadie escapa, tontos somos tontos. Los hay algunos un poco menos, pero casi nadie escapa a la tontería ilimitada. Los tontos dirigen su planicie de un modo tonto, evidentemente. Se relacionan de un modo tonto. Trabajan en la absoluta tontería. Sus médicos son tontos, sus televisiones son idiotas, sus abogados, sus políticos, sus periódicos, su música, su gente, sus modernos, sus rojos, sus amarillos, sus verdes, sus plantas, sus calles. Lo terrible de los tontos de la planicie es que debido a su imbecilidad, confunden todos esos términos. Trabajo y tontuna, relaciones y tontería, tontos y profesionales, imbéciles, charlatanería y odio. Porque odian. Como son tontos odian a los otros tontos: odian al tonto que ríe, odian al tonto atormentado, odian al tonto que baila, odian al tonto que está atontado, al tonto poeta, al tonto marica, al tonto camionero, al tonto extranjero, al tonto que asume su tontería y camina sin más, al tonto cursi, al tonto moderno, al tonto que se hace el tonto, al tonto envidioso, al tonto fantasma, al tonto rico y al tonto pobre, al tonto campesino y al tonto urbano. Los tontos odian a los tontos de la planicie por lo tanto se odian hasta si mismos porque puestos a ser tontos, los tontos de la planicie son tontos de los buenos, sin límites. Con los tontos de la planicie ocurre algo tremendo, cuando crees que has empezado a comprender su tontería resulta que su tontería te ha adelantado, seguramente porque uno mismo está absolutamente atontado. Tontos. Los tontos de la planicie son muy tontos, pero que muy tontos y para la tontería, para semejante tontería, no hay solución.

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