viernes, agosto 29, 2008

Despertar

Desperté en medio de aquel agradabilísimo silencio. Amanecía y la sensación de ser participe de un universal despertar, de un movimiento parelelo de millones de elementos y de cuerpos, de pertenecer a ciclos indescifrables, inalcanzables me invadió. Durante algunos segundos que parecieron horas sentí la livianísima felicidad de despertar de nuevo aquí, ahora, en este instante del tiempo, del imparable tiempo. Giré la vista, la luz del amanecer golpeaba con cierta pereza, esa pereza agradable del despertar los dias de ocio, la costa. Las olas seguián, porque siempre siguen, por que siempre llegan a la orilla, golpeaban la arena, la mojaban y se sucedía ese juego en el que la arena va traspirando ese agua y cambiado de tonalidad a ritmo veloz hasta que segundos después una nueva ola llega y llena de agua esa arena. Así durante horas mientras baja la marea y ese trozo de arena pasará a estar seca unas cuántas horas seguidas. El Sol se movió imperceptiblemente y yo me bajé de la hamaca, miré la costa, miré la playa vacia y respiré como para ser plenamente consciente de ese instante de vida irrepetible. Me asomé a la barandilla, nadie cerca. Comprendí, fui comprendiendo como se comprende solo en determinados instantes de la vida que se es uno. Uno y el universo. Comprendí esa insignificancia que curiosamente me hizo sentir una potente alegria. Comprendí que era yo, unicamente yo y que aquello de algún modo era lo único que me pertenecía. En ese instante escuche unos pasos detrás de mi, giré mecánicamente, pensé que sería alguien cercano y compartiría esa breve felicidad con él. Fue así que me vi a mi mismo, yo y otro yo. Me miró ,sonrió y se dió la vuelta. Volví a mirar la costa y pensé en esa misma costa duplicada, en ese mismo dia repetido, en ese instante infinito y comprendí que ya todo se había desdoblado

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