miércoles, agosto 20, 2008

Declaración

Aquella mañana una bruma espesa se posaba sobre la costa pareciendo anunciar algo que jamás sería desvelado. Una bruma que recordaba no tanto a los sueños sino a la memoria en sí, a como se recuerdan las cosas cuando pasa mucho tiempo. Lo curioso de los recuerdos no es tanto que las cosas pierdan su dimensión real sino que se borran elementos que completan lo sucedido. Y ahora yo recuerdo aquella mañana no ya sólo con elementos de toda aquella costa, que era el escenario de lo ocurrido, con una bruma que lo difuminaba todo, sino que mi propio recuerdo agrega mas bruma y aún difumina si cabe mas las cosas. Aquella mañana había bajado muy temprano hasta el pequeño puerto, en el barco de primera hora llegaría, si todo iba bien, el sobre que tantos dias llevaba esperando. La tensión previa a la respuesta y al manuscrito que venian en ese sobre hizo que despertara cuando aun no había amanecido, así que bajé toda la cuesta mientras el sol iba saliendo desde detrás de la montaña. Tomé café en el pequeño bar de los pescadores que a esa hora era el único abierto, leí unas noticias que la bruma del recuerdo han borrado, noticias en cualquier caso olvidables y seguí bajando la cuesta hasta el puerto. Ví que el barco venía por el norte pasados unos veinte minutos, emergiendo de entre la bruma como una especie de pequeño monstruo milenario. Seguí el movimiento que se sucedía entre el agua según avnzaba. Alcanzó la orilla, un chico joven bajó unas cuántas cajas, y pregunto por varios apellidos, entre los que se encontraba el mio. Cogí el sobre, me di media vuelta y me fui caminando hasta la piedra que marca el final del pueblo y desde donde se ve la forma de la isla de una manera realmente peculiar. Me quedé mirando hacía poniente y esperé unos minutos mientras las pulsaciones trataban de volver a su ritmo normal. Respiré hondo y abrí el sobre. El manuscrito era gordo, como supuse y una nota agregada con un imperdible por la parte de arriba de la primera hoja contenía, escrita a mano, la respuesta:" Hemos decidido que finalmente existen al menos diecinueve personajes mas, de entre ellos cabe la posibilidad de que en la isla habiten ahora mismo, sino el cien por cien, si al menos un noventa por cien. Debes hacerlo con prisa, con precisión y de manera perfecta. Sólo tu puedes hacerlo, nadie mas a lo largo de este planeta podría realizar semejante empresa. Todo el grupo de expertos confia en tí. Decidamente tu eres el hombre". Cerré los ojos y dejé correr la única lágrima que me permitiría. Al desaparecer de mi cara ese último arrebato de sentimentalismo, decidí que comenzaría el momento, sin duda, mas trágico de la historia de esa trágica isla. Enterré el manuscrito y volví al pueblo.

Fue así como comenzó todo...

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