jueves, enero 24, 2008

Rasgos

La última vez que vió a su madre se había marchado por la puerta y la había dejado dormida frente a la televisión, ya de madrugada y con la firme decisión de que no volvería, jamás, a esa casa. Salió a la calle y caminó por las calles de su antiguo barrio en el que se sentía un extraño después de todos esos años fuera y recordó una noche lejana, cuando entraba en la adolescencia y caminando, como ahora, por esas calles, descubrió que la mano de Natalia podría ser el lugar perfecto para pasar la madrugada. Recordó a Natalia y fumó, como fumaban entonces, sentados en un banco de un parque que en el fondo tampoco ha cambiado tanto. Volvió a pensar en su madre, en las últimas frases, en los reproches acumulados todos esos años y sintió una nausea según sacaba el humo hacía fuera. Miró el barrio, esas calles y decidió que tampoco volvería ahí, nunca. Renunciaba a esa parte de su vida, a la cara de su madre, a ese tono de voz que dificilmente soportaba. Se levantó y caminó, cogió el coche y salió de allí. Viajó toda la noche y solo se paró a desayunar a dos horas de la ciudad. En el baño se vió reflejado, los ojos, la forma de la nariz, el giro de la cara. Se secó las manos mirandose con desconfianza, incluso mirandose con desafio, con ganas de reprocharse algo, ser él, ese, el hijo.

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