lunes, enero 21, 2008

De noche en la tierra

Se tomó una última cerveza, se levantó de la silla y trató de salir de aquel bar mugriento, pero en la puerta un hombre le frenó y le sostuvo con la mano izquierda, en ese instante sintió toda la borrachera de golpe pero ningún vestigio de violencia. El hombre pronunció una frase pero el no comprendió y otro hombre, ambos le miraban y el sabía que algo no debía estar yendo bien, pero no sentía fuerzas como para tratar de comprender. El segundo hombre de repente le escupió y ya supo que nada terminaría bien, trato de abrirse paso pero no le dejaron. En escena apareció el dueño del bar que decidido bajó el cierre del bar y se sumo a la pareja, el trio ahora resultaba la mayor de las amenazas y la borrachera por otro lado golpeaba cada vez mas fuerte en una zona imprecisa de la cabeza. Comprendió, siempre lo había entendido así, que el alcohol infla las cosas, las llena de aire y en ese momento el trio le pareció un extraño conjunto de globos de diferentes colores y tamaños pero que se estaban deshinchando poco a poco por una apertura invisible a los ojos. Con su mal español preguntó que cual era el problema y el dueño del bar contestó, Trató de traducir mientras los otros dos le cogían del cuello y lo elevaban cuando por el fondo del bar apareció una mujer viniendo desde una zona que podría ser casi ficticia de ese local terrible en medio de una ciudad pequeña de México. La mujer observaba la escena desde detrás de la barra, ajena o casi invisible a la situación en la que él estaba metido sin saber por que. La miró desde el cristal del alcohol y de los nervios, pero comprendió que para enamorarse no hay lugar ni situación, uno se enamora y listo, y no hay que oponerse, y que si se está en peligro de muerte o con una paliza apunto de llegar a los rincones mas insospechados de la piel eso es lo de menos, el amor va a su ritmo, por su lado, pero comprendió que era con aquella mujer con quien quería vivir el resto de años de su vida, fundar un hogar, tener y criar hijos, estar unidos en los momentos peliagudos de ambas existencias, compartir los agobios de una hipoteca que axfisia a fin de mes, hablar de ese último que ha leido, comentar ese paisaje que ha marcado la lectura, ir al cine, en verano ir de viaje a Europa, ver los dias de semana el útlimo capitulo de la serie que a ambas les gustará. En eso pensaba mientras recibió el primero de los golpes en el bazo, la miraba desde el dolor del segundo golpe en el esternón, tan sexy, tan lejana allí, en el horizonte de una barra de bar, la siguió mirando cuando le propinaron el golpe del moratón el el ojo. y ya desde el suelo, convencido de que solo se vive una vez y por las prisas que genera la posible cercanía de la muerte la miró y casi sin aire gritó: "cásate conmigo". en ese instante uno de ellos miró a los otros y dijo: "No es, compadre. Este no es que nos equivocamos, viejo. Este no es Lewis Hilton, güey". Abrieron de nuevo el cierre, le lanzaron al asfalto y la noche en medio de México y como pudo llegó la hostal donde dormía. Al día siguiente salió de aquella ciudad a la que jamás volvería.

1 comentario:

stel dijo...

...porque el amor, cuando no muere mata, porque amores que matan, nunca mueren.

yo creo que siempre se acordará de la de detrás de la barra cuando suene sabina.

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