viernes, enero 25, 2008

La casa rural

Me habían invitado, quizá, para que por aquellos dias tan cargados de tristeza y obsesión, me distrajera un poco. Fuimos a aquella casa que resultó esplendida para pasar tres dias apartados de todo y aunque yo era el único sin pareja, estado ese que acababa de estrenar y que era lo que tan afectado me tenía por esos dias, acepté ir, por que me vendría bien algo de compañia, estar alejado de la rutina y distraerme hablando de otras cosas en un lugar en medio de la montaña a esas alturas de finales de invierno. Fue sencillo, había una habitación para cada una de las tres parejas e incluso una mas pequeña para mi. Llegamos a media tarde entre risas, nos ubicamos y salimos a dar un paseo por la montaña cercana mientras se iba retirando el Sol. Yo conocía sobre todo a Pablo y su chica, Pablo era amigo de siempre, mi vinculo de union con ese grupo, su chica Maria se había convertido casi en mi confidente en esos años y tenía mucha confianza con ella. Con Laura y Juan habíamos coincidido en alguna cena en casa de Pablo y Maria, cuando aún estaba con Paula y la otra pareja, Olivier y Sophie apenas les había visto en alguna fiesta. La primera noche cenamos divertidamente, tomamos algo y nos quedamos charlando un rato. Se alargó la cosa. Y terminamos, Olivier, Laura y yo, charlando mucho hasta tarde, Olivier fue al baño y Laura, me cogió la mano. Yo lo atribuí al alcohol, pero ella me dijo, seria y tajante, hazte el dormido y vete a la cama. Hice eso. Excitado ante la situación, aturdido por el alcohol y sin mucha capacidad de analisis. Me fui, entré en la habitación y durante unos minutos me sentí absurdo, extraño, esperando sin desvestirme a que se abriera la puerta. Escuché algunos ruidos por el pasillo. Entró, apagó la luz e hicimos el amor todo lo silenciosamente que pudimos.

La mañana siguiente todo fue normal y nadie había visto nada extraño. Se planteó una excursión y nos preparamos pronto para salir. Caminamos algunas horas entre árboles y algo de nieve, cruzamos el nacimiento de un rio importante y alcanzamos la parte alta de una montaña que abría hacía el valle. Todo ese paseo yo me sentí extraño y confuso, agitado por dentro pero apaciguado, de alguna manera, por el paisaje y la calma. De regreso paramos en un bar pequeño en un pueblo casi invisible a tomar algo caliente. Nos sentamos con el ruido que hacemos los de la urbe cuando entramos en esos sitios de ritmo suave. Yo me levanté para ir al baño, que estaba fuera del bar, dentro de una casa. Mientras meaba tocaron la puerta, abrí, era ella. Se lanzó a mi boca, no dijo nada, solo me besó con intensidad brutal, pero yo me aparté, esas situaciones extremas solo me resultan soportables o atractivas cuando voy ebrio, y el juego me parecía que se me empezaba a escapar, aún así, había algo en Laura que me atraía profundamente y esa atracción se estaba colando sin tapujos.

Volvimos a la casa, nueva cena pero yo solo tenía en mente, escaparme a dormir y esperar, esperar lo que hiciera falta para que fuera madrugada y todos durmieran y Laura entrara de nuevo. Eso hice, me fui a leer sin leer, estaba agitado y solo calculaba los movimientos del salón, uno auno se fueron despidiendo, y no tardaron mucho en irse todos a dormir. Apareció mucho rato después, tres o cuatro horas mas tarde cuando yo estaba al borde de la ansiedad, despues de haberme planteado cualquier opción, llamarla en la ciudad, buscarla ajena a todo esto. Apareció, apenas hablamos, nos metimos en la cama e hicimos el amor, tratando de amortiguar los ruidos que la cama hacía al chocar contra el suelo de madera. Nos quedamos quietos, luego, un rato, simplemente dije:"esto es una locura", pero ninguno de los dos dijo mas, ella se levantó y mientras cogia su ropa del suelo la pedí que no se fuera, que volviera a la cama. Entró, empezamos a hacer el amor de nuevo, lanzamos las mantas contra el suelo y en ese instante abrieron la puerta, serían las cuatro de la mañana, era Juan que encendió la luz y se quedó estático, casi congelado, el gesto era casi invisible, como el que ve la nada y responde a ello con un gesto que tratase de imitar a esa mismisima nada. Ella se levantó despacio, cogió la ropa y se quedó de pie en medio de la habitación, yo hubiera cogido el coche y me hubiera ido el resto de mi vida a dos millones de kilometros de ahí, pero no estaba mi coche y me quedé quieto en la cama esperando o un asesinato o el fin menos violento de esa situación insostenible. El tipo comenzó a llorar, parado en la puerta mirando las sabanas como si tratara de descifrar cada uno de los movimientos que Laura y yo habíamos realizado en esa cama y que se habian quedado marcados en forma de arrugas. El gritó, nunca quedó muy calro que dijo, un grito ahogado, como un lamento, no había palabra descifrable en aquel gesto de dolor intenso, pero todos se despertaron. Aparecieron, como en la peor de las pesadillas todos al borde de la puerta de mi habitación, yo desnudo, Laura en medio mirando al suelo y los demás atraidos por ese gesto extraño y potente de Juán. Me levanté, miré a Pablo y no supe que mas hacer, pero aquella escena se prolongaba absurdamente en el tiempo y nada ni nadie parecian querer detenerla. El silencio y los gestos no tenian fin. Salí de la habitación tratando de abrirme paso entre todos que estaban en la puerta, me fuí hasta el salón y me serví una copa, la bebí rápido, notñe que todos se movian, cada uno se retiraba a sus habitaciones, Juán salió a la calle y Laura entró en la habitación de ellos dos. Yo entre en la mia, cogí mi mochila y me vestí, salí de allí, comencé a caminar por la carretera de noche y sin saber muy bien que hacía. Un dia después dormí en mi casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué buen relato. Yo sería incapaz de escribir algo así a las 8.44. Supongo que el café, tu droga favorita, ya te estaba haciendo efecto...

Saludos, Monseñor Valcárcel XVI ;)


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