miércoles, diciembre 05, 2007

Una noche lejana

Durante unos segundos recuerdo una vez que saboreé lo que ahora considero la comida mas rica de mi vida. Esos segundos se llenan de aquel sabor donde el paladar alcanzó su cuota maxima de satisfacción. Evoco el entorno en el el que comía aquella delicia. Hay algo de alucinado en el recuerdo, aunque los recuerdos siempre llevan algo de alucinación alrededor. Es de noche y suena música muy cerca, hay una banda con unos nueve tipos que ejecutan larguisimas piezas andalusi. Un tipo canta y no entiendo nada, tampoco entiendo demasiado el exceso de esa noche en marruecos. Hace calor y estoy sentado en una mesa. Estoy, hasta el momento en el que comienzo a comer el manjar, muy metido en la música, comprendo mientras la oigo que a pesar de lo que me atrae, a pesar del poder que ejerce sobre mi, me separa una distancia sideral de llegar a comprenderla. Es decir, la disfruto e incluso me traslada, como traslada siempre la música que nos emociona, pero hay una última barrera que no podré pasar, un lugar en esa música que me está negado.

En medio de la reflexión llega el plato, lo ponen en la mesa. Aún mas metido en la música que en el acto de comer lanzo mi cubierto para llevarme un pedazo a mi plato, lo pongo, creo que aún miro una vez mas al tipo que canta y reflexiono sobre esa manera de cantar desde la viscera o desde el esófago, como si se cantara desde el esófago. LAnzo mi tenedor y entra en mi boca el primer trozo. No comprendo, por que en el placer hay algo de incomprensión o quizá el placer sea eso, incomprensión absoluta de lo que sucede brevemente. No me lo creo, no creo durante unos segundos que ese sabor sea cierto. Miro a mi alrededor, la realidad sigue siendo como era antes, nada ha variado. Vuelvo a lanzar el tenedor y de nuevo el sabor, la invasión, un cosquilleo que todo lo recorre, del paladar hasta el cerebro, el cuerpo casi se vence ante semejante impresión. Voy lento, despacio. TErmino el platillo, me levanto y salgo a la calle. Miro el cielo en esa ciudad de Marruecos y comprendo que en el viaje hay algo de irreal, de sueño y que por es viajamos. De fondo, cosntante, sigue sonando la música.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿?

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