jueves, diciembre 20, 2007

Gregorio Sanchez

En este caso no fue un sueño, coño. Me pasó así tal como te lo cuento. Y se que no fue sueño por que acababa de despertar y recordaba con claridad el último sueño. Así fue como abrí los ojos, masticando la secuencia final de ese de esa historia que había sucedido, unica y exclusivamente en el interior de mi cabeza. Sentí el frio de invierno, el edredeón pegado, la luz que entraba por la ventana. lancé el edredón a un lado con la intención de levantarme y salir de la habitación y comenzar con los ritos diarios: Mear, tomar café... Pero en el instante exacto que el edredón dejaba mi cuerpo descubierto comprendí que las cosas no eran normales (Aunque las cosas, jamás, sean normales). Me angustíe, obviamente me angustíe. Pensé primero en un estado de locura, pero luego comprendí que aquello era cierto. me había convertido en un jardín.

Mi cuerpo estaba cubierto de cesped, muy verde, muy cuidado, muy bien cortado. Un cesped que cubría, como sustituto de piel, la totalidad de mi cuerpo. Luego los dedos, por ejemplo, eran margaritas y los ojos unas amapolas, por que no decirlo sin pecar de vanidoso, hermosisimas. Los pies eran unos ficus aún muy pequeños, como casi recien plantados. La nariz era una especie de adorno de piedras donde asomaba una florecilla que no identifiqué y los genitales eran unos Bonsáis cortados con unas formas muy extrañas. ASí aquella mañana me convertí en un jardín, era un jardín muy verde y muy cuidado. Decidí entonces no tomar café sino abonarme y no me duché sino que me regué, pero de resto, las cosas tampoco son tan distintas. Agradecí, eso si, despertarme como jardín y no como escarabajo como el tipo de la Metamorfosis. en mi casa, desde entonces, me cuidaban un montón. Así fue hasta que una buena mañana de nuevo fuí yo y ahora, ahora no tengo quien me riegue.

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