martes, diciembre 04, 2007

Un texto sobre texto

Teclea minuciosamente. Se detiene brevemente ante cada palabra, sabedor de que las palabras son importantes. Hay algo de buscar, piensa, mientras sigue tecleando, hay algo de indagarse. El texto, si cabe, ya está escrito en algún rincón de su cabeza. El texto está ahí y a el lo que le toca es ir a buscarlo entre ramas y caminos no abiertos. Hay algo de viaje, de aventura. No hay caminos, no hay mapas y encontrar lo que busca tiene algo de intuición o de lanzarse, aun sabiendo que el camino hay que recorrerlo sin enloquecimientos o que incluso el enloquecimiento, el corretear entre esa selva es también otra forma. No hay leyes, no hay normas, en el fondo no las hay, lo que si hay es él dentro de si mismo. En eso,basicamente consiste. Se frena y continúa. Se pregunta si merece la pena teclear por teclear, si tanta palabra sacada de dentro de él mismo es necesaria o aporta algo. Se contesta. No aporta nada a los demás, no hay nada nuevo en sus palabras, tampoco nada reseñable, pero si hay para él. Hay, por decirlo de algún modo, terapia. Hay algo de liberación. En cualquier caso sabe que no le importa tanto el resultado, lo que queda escrito como lo que va sucediendo mientras lo escribe. No es tanto el final, el acabado como el presente, el ir avanzando entre palabras y frases. Supone que esa es la diferencia entre un buen texto y los suyos. En los buenos al final hay corección, cierta delicadeza, cierta elegancia. En los suyos no, no sabe muy bien que queda, no hay un orden preciso, hay saltos e incoherencias, fallos, miles de fallos, sin embargo no importa, hace tiempo asumió que no importa. Lo que disfruta es lo que va sucediendo desde que arranca hasta que termina. El acto en sí. Lo que importa, lo que le importa, es ese presente continuo que va desde la primera palabra hasta donde el texto llega a su fin.

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