domingo, diciembre 09, 2007

Noche en cayo sombrero

Me huele el cuerpo anis, el aliento es como un combate de boxeo y el estomago algo revuelto. Ha amanecido hace un rato y estoy agotado, pero no puedo levantarme, tengo la arena de la playa pegada a la cara pero he preferido dormir aquí fuera en la arena que ahí dentro en esa jungla de pies y cerdos que roncan y balbucean cosas inundadas de anis. Albertico debe rozar la esquizofrenía por que hace cosas extrañas, anoche hablaba solo y comenzó a cantarle una canción de Bob MArley a una caraqueña, luego mentia, contó no se que historias irreales que estoy seguro creía ciertas. A media noche había una hoguera, nos encontramos con gente de Barquisimeto. Detesto a la gente de Barquisimeto, o a esa gente de Barquisimeto que pretende ser cosmopolita, había también un español que me ha estado hablando de allá y me he dado cuenta que yo ya no soy de allá, de aquel lado, que no recuerdo nada. Le dije que era madrileño y me hablaba de Madrid y no tenía ni idea de que me decía. Me hablaba de bares, de calles, de historias que mas bien parecían ecos. Luego me ha hablado de lo maravilloso que era todo esto para él. Estas playas, este ambiente en el cayo por la noche, que parece un barco de locos o que tiene mas de barco de locos que de cayo en medio del caribe. Un caraqueño me ha pasado tabaco de mascar y me ha sabido asqueroso, sumado al anis me han dado ganas de vomitar. Alberto ha insistido ante un colectivo demasiado numeroso para mi gusto en que yo tocaba la guitarra y el colectivo a su vez ha insistido en que tocara algo. No me gusta tocar en esas situaciones, pero estaba tan borracho que cogí una guitarra y toqué un tema de Dark side of the moon. Con esto como con todo sucede que, al que le gusta Pink Floyd le recorre un calambrazo y te lo agradece pero el noventa por ciento de los beodos desconoce el Us and Them, que a mi por otro lado me parece apropiadisimo, y se desvanece la euforia ante el guitarrista adolescente. Aguantan unos segundos y comienzan las peticiones, la parte por la que detesto tocar en esos jolgorios. Te conviertes, como todo lo que toca el ser humano, en una maquina de complacer. Nadie te dejará terminar una canción y todo el mundo buscará canciones en el fondo de su memoria y tu te quedarás perdiendo media hora de oro sin hablar con esa chica de Maracay a la que jamás volverás a ver en tu vida. Albertico ha delirado con The Doors, Albertico tiene algo de Jim Morrison tropico-barquisimetano, no tiene el alma poetica del cantante, ni la voz blusera, pero lo demás si. El delirio y los bailes descoordinados son identicos, usa la luna, como el otro, para ligar. Me he levantado al ver que la chica de Maracay ya no está. He ido recorriendo el cayo de vuelta hasta la carpa, es tan raro el cayo de noche, el jolgorio, la borrachera colectiva y el fuego se han quedado atrás. Me he tropezado con una cuerda y me he caido de morros en la arena, me he sentido estupido y vacio. Estoy en el medio del caribe, estoy borracho en medio del caribe y sigo sin comprender. Me he metido al mar y me he quitado las bermudas, he buceado con la intención de volverme coral, pero esa cosas solo suceden en peliculas de animación. He salido y he sentido frio, estoy algo menos borracho y vuelvo a la hoguera, me convenzo a mi mismo para volver a la hoguera. Nada ha cambiado, las mismas caras, las mismas botellas. Fumo marihuana y ahí comienza la parte dos de la noche. Cojo la guitarra y durante un buen rato creo que soy una especie Syd Barret perdido en una isla o en un cayo, desmenuzo unas notas, por que no las toco, las desmenuzo, frente ala hoguera. Hay algo de coreografía entre lo que toco y el bailoteo de las llamas, claro la coreografía la veo unica y exclusivamente yo. NAdie me atiene y lo agradezco. Hay gente haciendo sexo a mi alrededor, a mi el sexo me gusta mas con la guitarra. Se me acerca una chica, es de Los Angeles, habla fatal español, cierra los ojos y se mueve al ritmo de lo que estoy tocando que poco debe tener de coherente, pero que a mi me suena a algo increible. Suave y melódico, como música que se desliza por el agua o por el fuego o por la cabeza, solo por esta cabeza fuamda. La chica de Los Angeles me da un beso y me enamoro. nunca mas la volveré a ver, pero me enamoro. Me dice no se que cosa, habla de La nausea y de EL extranjero y dice frases en un español pésimo y a mi me da igual pero me enamoro y nos volvemos a besar. Y se queda dormida, se queda dormida en la arena, profunda con la boca medio abierta y me levanto y me voy a pasear por el cayo otra vez y recuerdo la frase que me ha dicho en un español pésimo: "comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podría sin esfuerzo vivir cien años en una prisión. Tendría bastantes recuerdos para no aburrirse".

Y me quedo dormido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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