domingo, diciembre 17, 2006

Smashing pumkins

Alguien había dicho que lo mejor sería comprar el alcohol en el centro, en unos chinos que a pesar de las leyes seguian vendiendo despues de las diez. Ella se había cambiado de peinado y llevaba un camiseta naranja que le resaltaban algún rasgo que a el le conmovia aun mas, esas cosas que se notan despues. Ella hablaba con una de las amigas del sector planetas y el oía las anecdotas repetitivas de J. y observaba la cantidad de gomina que llevaba para parecer despeinado.

Se bajaron y entraron los quince en el metro, las risas, el bullicio por los pasillos, esas pequeñas sensaciones de libertad, esas formas de alegria, esa necesidad de que pase algo y que ese algo sea un torbellino. El nunca hablaba mas de la cuenta, esas inseguridades que tanto daño hacen. De vez en cuando la miraba que iba hablando, ahora con su amiga L, luego con R, asi hasta bajarse en esa estación donde la noche se concentra.

Siempre es poco, asi que se compra hasta la exageración y se bebe a ritmo frenetico. y el habla un poco con M y ella con otro, y alguien se va emborrachando antes que los otros y llegan las primeras euforias, los primeros abrazos, las primeras confesiones de las que unas horas despues te arrepientes profundamente, alguien canta emotivo una canción que solo el entiende o con lo que solo el se emociona. Y el la mira y mira que ella nunca le mira, esas cosas que te merman por dentro, y que hacen que te sientas un poco extraño entre la gente que va bebiendo y que incluso pone el filtro de lo absurdo a las cosas, que las envuelve de un algo triste y que le dan ganas de irse y no lo hace y pasa la noche y la noche es la noche de siempre, el que se emborracha hasta la inconsciencia y los que lo hacen a medias y luego las frases que se van olvidando y la vuelta a casa y la habitación y mañana y el tiempo....

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