domingo, enero 06, 2013

La chica fugaz (historia bastante real)

 Vivió en Merida, en Barquisimeto, en Caracas, en Cuernavaca. De un modo absolutamente indescifrable y críptico, terminó viviendo en Boston. No hablaba inglés, pero consiguió trabajo en el departamento de limpieza de la universidad. El sueldo le bastaba para mantener a su hijo y para darse algún capricho esporadico. No aspiraba a mucho más. Algunas veces, aún, era atacada por el aire, o algo que ella llamaba el aire, que era una necesidad suprema de perder la razón. Con frecuencia recordaba las noches en Merida, las noches de Cuernavaca y alguna noche suelta en Barquisimeto. Calles mal pavimentadas, tipos desagradables y la tendencia permanente al desconcierto. En cierta manera todo aquello era el aire: la falta extrema de pudor, la atracción de los vicios, sexo con pirsa y con tipos que necesitados y con urgencias. Si algo le había demostrado la vida es que la mayoría de los tipos se aceptanlo que sea, sin pudor, por cogerse a una tipa. Ella jugó con esa metralleta, toda su adolescencia y bastantes años de la veintena. A los treinta se quedó embaraza de un vigilante de un McDonalds de Cuernavaca, un tipo torpe y sin otra gracia que su facilidad para robar hamburguesas. Se fue de Cuernavaca sin mayor gloria, en realidad casi siempre se iba silenciosa y la gente olvidaba si aún vivía o ya no estaba. El viaje por Estados Unidos, embaraza, fue de una épica casi excesiva, pero una épica excesiva, una narración que no sería verosímil, una épica delirante, una épica que rozaba la locura y lo incierto. Es absurdo tratar de desgranar el camino y los días que la terminan empujando a Boston, pero termina en Boston, en un lugar del que no sabe nada, en el que no conoce a nadie y donde los inviernos son excesivamente frios, sin embargo Boston le gusta, porque Boston no se parece en nada a su vida, ni a ella, ni a nada. A su modo, Boston es un planeta, una planeta remoto y nuevo, lleno de habitantes moldeados de otro modo. Asume la calma y el sosiego, y aunque de vez en cuando siente el aire, ese aire arrebatador y frenético. Sólo algunas noches sale por Boston, conduce borracha y entusiasmada y siente el furor.

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