miércoles, agosto 04, 2010

Los círculos

En Sabana Grande compramos papel de fumar. A esa hora y ese sábado aún no había mucho ajetreo. Desde una esquina unos tipos nos miraron con aire de desconfianza y desviaron la mirada en el momento exacto que una tipa poco elegante pero de cuerpo memorable, pasó detrás de nosotros. Un tipo, unos metros más allá, pasó hablándole a álguien que estaba a unos metros por encima del suelo y que nadie, evidentemente, veía salvo él. Caminamos de vuelta y en una esquina alcancé a ver una forma bastante precisa y rotunda de El Ávila. Pensé una metáfora extraña y bastante torpe, algo así como que esas formas son los músculos de la tierra y luego concluí que sigo lejos de ser un poeta o un literato, pero evidentemente ninguna de estas reflexiones las dije en alto a mi compañero. Después de varias cuadras, llegamos a su portal, en la licorería de al lado compramos varias cervezas y subimos a su casa. Nos sentamos y sacó marihuana de un cajón. Puso un disco impresionante de un artista del que jamás había oído hablar. Una salsa desgarrada y tremenda, la letra habla de la cárcel, de un mundo bastante desesperanzador. Fumamos y abrimos un par de latas, lanzo la vista a través de la ventana y veo un edificio enfrente, una tipa limpia los cristales; encima de ella, en el piso de arriba, una mujer habla con un hombre, el hombre desaparece del campo de visión y ella gira la vista y durante dos o tres segundos creo que me está mirando, sonrió, pero me doy cuenta que hay mucha distancia y que desde allí es difícil que se pueda distinguir una sonrisa tan tenue, tan poco visible. Vuelvo a fumar y de repente noto que uno de los músculos del abdomen cobra protagonismo en mis sensaciones, como si todo lo estuviera percibiendo desde ese músculo. Suena el teléfono y el sonido me traslada a otro campo, a otro estadio. Mi compañero contesta, habla amigable con alguien, sonríe y pregunta. En ese momento pienso que las conversaciones tienen una estructura abstracta, compleja e irrepetible, pero que al fin y al cabo tienen estructura y que lo idóneo sería trasladar esas estructuras a piezas musicales. Hacer una canción con esa estructura que propone mi compañero con esa conversación telefónica: Entra el estribillo. La mujer de enfrente ahora está de pie, hablando por el móvil y desplazandose por la habitación anárquicamente, la idea de que sea ella quien habla con mi compañero me hace gracia y sonrio. Mi compañero cuelga y retoma la conversación: Habla de una chica con la que ha dejado una relación confusa, atropellada y bastante moderna. Hace calor, entra una humedad amable por la ventana, oigo algo de tráfico fuera, los sonidos de Caracas y eso pienso, eso concluyo antes de salir: Estoy en Caracas y esa sensación es bastante amplia, compleja, abismal. Estar en Caracas es una metafora. La metáfora que se hay en toda metáfora. Los círculos.

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