sábado, febrero 18, 2012

Sara

 Anoche contactamos con la Tía Sara, una tía abuela de H. No sucedió mucho más. Hizo aparición cerca de la medianoche. A esa hora no esperamos a nadie, suelen llegar más tarde. La tía Sara apareció sin muchos aspavientos. Saludó con un repentino Hola y cuando preguntamos quien era contestó solemne: "S-O-Y-S-A-R-A-L-A-T-I-A-D-E-H" con una velocidad a la que no estamos acostumbrados. Hay que reconocer que las visitas suelen darse cierta importancia, y tardan en dirigirse de una letra a otra. Sin embargo ayer todo fue rápido. No sucedió nada espectacular de cara a los demás, pero H se quedó meditabundo y silencioso. Le preguntamos sobre su tía Sara, pero contó rasgos generales: Mujer silenciosa, extraña, solitaria. Vivió hasta los noventa, era viuda desde los cuarenta y cinco. Murió atropellada por un coche. Pero H se quedó afectado, como si algo en esa visita inesperada le hubiera resultado desolador o terrible. De camino a casa, a las tres de la mañana, memoricé todas las cosas que había dicho la mujer. Frases nada contundentes. En general se podría calificar la visita de la Tia Sara como de las menos jugosas, sin embargo, en como afectó esta visita a H, había algo que nos dejó a todos bajo un estado de profundo misterio.

 Hoy hemos quedado sin avisar a H. La idea es hacer una sesión sin él y tratar de llamar a la Tia Sara. J afirma con severidad que él ha aprendido en estos meses a llamar. Hasta ahora sólo hemos sido visitados y siempre hemos investigado por lograr ser nosotros los que llaman. J asegura que ya está preparado. Yo dudo de J, a veces también dudo de las sesiones. Todo lo que ha sucedido ha trastocado en exceso nuestras vidas y nos condiciona. Creo que hemos llegado a un estado de cierta neurosis. Algunas visitas han sido rotundas y salvajes en sus afirmaciones. Como aquel futbolista legendario que dijo a velocidad de vértigo que J moriría en pocos meses en un accidente de tráfico o el soldado italiano que confesó temor ante la cercanía de la fecha del fin del mundo. Cuando le preguntamos sobre su temor, puesto que él ya no era un ser vivo, dijo que el fin del mundo abarcará también lo fantasmagórico, el más allá, a los muertos: "El fin del mundo será absoluto y nada quedará". Todas esas visitas dramáticas han ido condicionando nuestras vidas. De algún modo nos hemos ido abandonando, sabiendo que el futuro no nos tiene reservado un buen lugar. H, por ejemplo, hace meses que no trabaja. J vive en un estado preocupante de ligereza, ya no paga hipotecas y acumula deudas terribles. El argumenta que no le importa si sus meses están contados. Yo trato de llamar al sosiego. las sesiones me parecen divertidas, pero tampoco creo que haya que creer a rajatabla las reflexiones o predicciones de un soldado italiano o un futbolista habilidoso de los setenta. No creo que sean más que opiniones y nada nos asegura que sus predicciones son absolutas. Pero de todo lo que ha sucedido, lo más preocupante es el estado triste y apagado en el que quedó H después de la visita de su tía Sara.



 J abre las manos, cierra los ojos. Permanece en silencio. Hemos dejado una luz rojiza en la esquina del sótano. No sucede nada. J hace aspavientos. Al rato, con voz pausada, solemne, pretendidamente misteriosa dice:

.- Tía Sara, ¿puedes volver?

 La habitación se queda quieta, muy quieta, como si todo, absolutamente todo, se hubiera detenido.

.- Hola. Soy Sara.

 J me mira y sonríe. En su sonrisa hay algo detestable. J siempre ha pecado de un ego desquiciado. Hay una forma de triunfo en este acontecimiento.

.- Desde ayer H ha quedado sumido en un estado triste, meditabundo, silencioso. Todo sucedió a raíz de tu visita ¿Sabes que es lo que ha podido suceder.

 Sara contesta veloz:

.- No me tutee.

.- Perdone- dice J algo sonrojado.

.- Cuidad de H y cuidad de vosotros. Las cosas no vienen bien. Si algo sucede con H es que ayer le dejé ver algo que deberías haber visto vosotros también. Que las letras no se escriben solas. Que si os giráis ahora mismo, me veréis, ahí, pegada a la pared.

 Y allí está Sara. Iluminada tenue por la luz roja del sótano. Allí, en la esquina, acomodada. De píe. Joven. Es Sara con veinticuatro años, radiante, plena, vital, exuberante.

 Y así fue como todos nos enamoramos de la Tía de H, la Tía Sara. ASí fue como J y yo volvimos una y mil veces a las sesiones y H jamás apareció.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"No me tutee"...genial.

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