domingo, octubre 23, 2011

Perdido

  Palacios había perdido la esperanza, cualquier tipo de esperanza, pero sobre todo la esperanza en sí mismo, que es la forma de desesperanza más absoluta. No quedaba un resquicio de espera, y cuando se espera siempre es por algo lumínico, algo que transforme con delicadeza el ritmo decadente de los días consecutivos. Conducía durante horas por la región cualquier día de semana, como el que se ha convertido en un autómata. El coche y conducir eran la única dinámica sostenible, como si pasar horas y horas haciendo kilómetros sin destino concreto le otorgaran una falsa dirección a su vida. Por eso fue a Bobare, por eso terminó allí. Por que llegó sin más, desviándose, avanzando hacia la nada más absoluta. Bobare le resultaba remoto, por eso cuando llegó a Bobare le pareció estar en un lugar inexistente o un lugar prefigurado en su cabeza. Se desplazó por las calles, observó con curiosidad las casas y detuvo el automóvil frente a la iglesia. Palacios no era creyente, nunca lo fue, pero entró por buscar algo fresco, algo que detuviera esa forma imparable de tiempo subterraneo. En el interior de la iglesia un joven arrodillado rezaba con devoción, una mujer sentada y algo encogida miraba al suelo y suspiraba. Palacios caminó, escuchó el eco solemne de sus pasos, recordó algo que no tradujo del todo en recuerdo tangible, narrable y salió. En Bobare, en ese instante, hacia un calor tremendo. Caminó. Las calles estaban vacías, el paisaje árido le pareció revelador. En la puerta de una licorería tres tipos silenciosos bebían cerveza con desgana. Palacios bebía poco, pero se detuvo y pidió una cerveza, estaba absolutamente fría y la bebió con ganas. Pagó y sacó un cigarro, lo encendió y se quedó cerca de los tres tipos, sin ganas de hablar. Uno de ellos le habló. Palacios, a pesar de los años en el país, tenía problemas con los acentos muy cerrados y no comprendió lo que el individuo le dijo. El tipo insistió, le preguntaba que si era extranjero. Palacios contestó que sí. Con voz arrastrada, casi de desconfianza y con profunda desgana y casi desinterés le preguntó que qué buscaba en Bobare. Palacios, que era profundamente reservado, contestó que nada, que estaba de paseo. El tipo le miró, bebió y le dijo que si andaba buscando a la señora Flora. Palacios le dijo que no tenía ni idea de quien era la señora Flora. Otro de los tipos le contestó, con mayor desgana aún, que sería conveniente que la fuera a ver. "Yo le llevo". No supo oponerse o le produjo cierto temor oponerse. Caminaros bajo el Sol bastantes metros, casi a las afueras, donde ya concluían las construcciones, se desviaron por un camino de tierra. Palacios respiraba de mala manera y la caminata le ocasionó una profunda fatiga. No dudó, casi quinientos metros después pensó que iba a ser atracado o maltratado por ese individuo extaño, pero no, vio una construcción prodigiosamente pobre que se sostenía milagrosamente. El tipo grito el nombre de la Señora Flora. Un perro ladró y apareció una mujer muy mayor, extremadamente arrugada. Palacios comprendió que estaba ante una situación extraña, novedosa, particular. LA señora Flora le miró con algo de desdén.

.- Un Europeo- dijo la mujer con desconfianza

 Palacios no habló. Miró a los lados y pensó que no tenía sentido haber llegado hasta ahí.

.- Pase- dijo la mujer.

Palacios regido por ese automatismo en el que estaba sumida su vida, cruzó la puerta y entró en la casa más pobre que había entrado en su vida.

.- Quítese esos zapatos, hijo

 A Palacios la palabra hijo le sonó como un eco, de alguna manera la palabra hijo le desmenuzaba. Ser llamado con sesenta años "hijo", le generó una ternura rotunda, contundente, triste.

 .- Palacios ¿Por qué ha venido?

 .-Yo no he venido, me trajo ese tipo. No sé que hago aquí. No se quién es usted

 .- No le pregunto eso, carajo. Le pregunto por qué terminó aquí, en Bobare, en este país. ¿Quién le trajo?

.- No fue una decisión única. Terminé aquí por un hilo de cosas. No sé muy bien en qué momento lo decidí.

.-  Lo que pasa es que ha perdido las coordenadas. ¿Me entiende? A cada uno le corresponden coordenadas, habita dentro de ellas. Cuando se vive en esas coordenadas que le corresponden, las cosas avanzan, siguen. Puede haber problemas, sí, pero son sostenibles. Cuando uno se sale de sus coordenadas, de las que le corresponden, uno pierde su ubicación en la tierra, se está siempre fuera de la linea temporal. Usted lleva años sin habitar en su tiempo. Usted se ha perdido. Está aquí, pero no está, deambula, habita en un limbo. No significa que las coordenadas de uno correspondan con el lugar donde nació. Los nómadas, por ejemplo, tienen coordenadas móviles, por eso se desplazan, para ubicarse siempre en su momento. Hay quien debe recorrer miles de kilómetros, trasladarse una y otra vez para encontrarlas. Usted se salió de ellas. Y ¿sabe qué? Es realmente difícil volver a entrar en ellas. Complejo, muy complejo y requiere de sacrificios a los que usted, sospecho, ya no está preparado para asumir, paraa soportar. Usted está perdido, muy perdido de su tiempo. Su cuerpo pierdo la ubicación. Por eso deambula, por eso esa mirada de profunda desesperanza. Coja el coche, vuelva a casa y aprenda a vivir fuera de coordenadas. Si aprende, si lo asume, si entiende que ya no hay lugar para usted, podrá empezar a entender.

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