viernes, julio 11, 2008

Dos tiempos

Compré dos cervezas y me senté en aquel muro al que hacía tantos años antes iba por la noche a beber, como en ese instante, una cerveza y fumar un Belmont que habíamos comprado detallado en la bodega de enfrente de casa. Hoy repetía aquello, con el vacio de ir solo y con el vacio que da el tiempo, un vacio extraño, porque si algo tiene volver a un sitio donde se ha estado antes y hace tiempo que no se va es que el tiempo se vuelve esquizofrenicamente relativo, se estira y encoge a cada segundo. Ese mismo muro donde dejabamos los pies colgando de repente esta cercano y lejano al mismo tiempo. La pared casi es la misma, algunas pintadas que no había, variaciones en los alrededores, un edificio nuevo en la vista a lo lejos, algunas construcciones nuevas cercanas, el asfalto modificado una y otra vez a lo largo de los años, pero en el fondo todo muy parecido. Y de repente el muro es aquel muro pero siendo otro. El tiempo se hace lejano y cercano y colgar los pies y abrir la lata de cerveza de la que el diseño ha sufrido las variaciones inevitables de la modernidad, de la actualización, las letras redondeadas, variaciones en los tonos de la marca acercandolos a este tiempo, te acerca a aquel, al otro que fuiste siendo el mismo. Y abres la lata y los pies cuelgan y todo parece aquello sin serlo, y no hay nadie estoy solo con la lata y sin cigarros que es donde noto la gran variación, ya no fumo, ya no saco cerillas y un belmont y enciendo el cigarro sintiendo, como siempre sentí cuando fumé, que fumar es acto sublime un acto sobre todo poético, que fumar es hacer algo mas visibles los pensamientos, como si lo que se piensa mientras se fuma saliera en el humo y uno se quedará viendo el humo, que es tu pensamiento, como un algo que en el fondo no te pertenece. Estoy en el muro y de entre todas las variaciones esa es la que mas me desubica, no saco el papel donde aquel hombre me envolvía los tres o cinco cigarros detallados que le compraba. No hay nadie y la ciudad ha cambiado, estoy pisando un tiempo irrecuperable, el muro se ha quedado ajeno a mi vida, a todos esos años que han venido después, ya el muro es una extrañeza cuando fue una normalidad, el muro es un recuerdo y estar sentado aquí un homenaje, un acto basado en el mas radical sentimiento de nostalgia. Salto como entoces y chocan mis pies contra el suelo y el tiempo sigue yendose, y ya no hay nadie de entonces y la ciudad sigue ajena a todo eso.

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