martes, noviembre 29, 2005

Vuelo

No puedo evitar determinadas sensaciones. cada vez, por ejemplo, que me monto en un avión sucede lo mismo, pego la cara al cristal de la ventana, si es que hay suerte de conseguir el preciado lugar, y miro el empequenñecimiento repentino de mi mundo en cuestion de segundos. Ya el despegue nos demuestra lo que siempre sospechamos, no somos nada. La ciudad inmensa se queda ahí abajo, del tamaño de un puzzle de piezas pequeñas. Las carreteras que salen y entran de la ciudad se van esparciendo por la meseta igual que las venas y se ven los automoviles y los camiones avanzando y el mundo parece algo impersonal, algo que fluye sin esta cantidad de emociones que llevamos cada uno dentro. Se van viendo las ciudades dormitorio, pegadas a la gran ciudad y cada vez la contruccion va desapareciendo del suelo, hasta que se empiezan a ver pueblos diminutos y la formacion geologica del pais. Todo sucede ahí abajo, en eso que sin embargo desde dentro parece tan incomprensible. Hay un silencio tremendo siempre en los aviones, la chica de al lado resuelve con destreza un crucigrama y algo mas allá un tipo trajeado trabaja con empeño en su portatil, una pareja de ingleses, modernos y guapos duerme, la azafata comenta con su compañera la distribución de los dias de fiesta en navidad, y comenta malhumorada que le toca volar el 31 de diciembre a las diez de la noche. Por un momento la envidio, me parece que tiene su gracia cruzar de año en el aire, desde donde todo se ve tan pequeño ahí abajo. Luego aterrizas en alguna ciudad, te metes como una inyeccion en la piel, entras suavemente hasta traspasar la capa, golpeas contra el suelo y ya entras, todo se sucede a los tamaños habituales, el aeropuerto, de nuevo, te parece un edificio grande.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustan los aviones

Mi lista de blogs

Afuera