martes, junio 05, 2012

El taxista

 El taxista con el que nos montamos hoy dijo que en España el uso del taxi es una cuestión de costumbre. También habló con una inmensa ternura sobre la paternidad después de ver a nuestra hija de ocho días dormida y silenciosa. Reflexionó con sensibilidad y bastante inteligencia sobre el acto de nacer: ese largo trayecto que va del útero materno al exterior frío donde nos recoge, generalmente, las manos de un médico. Y se preguntaba sobre el como afectará eso en nuestra forma de afrontar el mundo de ahí en adelante. También narró el trayecto de una señora que llevó días atrás a encontrarse con su hija y de la sorpresa que se llevó al escuchar que la mujer tenía noventa años y la segunda sorpresa que se llevó, claro, al ver que la hija, que la esperaba en una esquina, en la puerta de un oftalmólogo, donde se iban a revisar la vista, tenía cerca de setenta años. "La vida se ha prologado". Nos preguntó por nuestras hijas y sobre los celos de hermanas y pensó que los celos, en buena medida, son asunto de los padres, un error de gestión. Luego nos habló de su hijo, un preadolescente algo temeroso y finalmente habló del destino y de como sabe que su hijo tiene un destino que él no puede gobernar y que lo único que le queda es darle cariño, un cariño limpio y honesto. Ahí, curiosamente, mientras hablaba de destino llegamos al nuestro. Quise despedirme de un modo más cercano que al modo de una despedida de taxista-cliente, pero luego me pareció extraño hacerlo o tampoco supe que otra manera había de hacerlo. Pagué.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ese viaje en ese taxi fue hermoso, como el viaje de tu vida. Pasó así, y pasó, pero quedó palpitando, como el paso de la tuya por la mía.

CL

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