miércoles, junio 06, 2012

la sociedad de los pequeños mandatos

   A las 19:23 de una tarde de clima espeso de finales de mayo, forman la sociedad de los pequeños mandatos. En cierta manera asumen que el mundo está descarrilado y su forma de actuar en la invisibilidad arreglará mucho de los desbarajustes. No hay grandes palabras, ni discursos, ni gestos grandilocuentes. Hay buenas dosis de alcohol y algo de drogas y bastante silencio, pues ambos, son poco dados al verbo, básicamente porque son torpes en palabras y en pensamiento. En cierta manera ellos asumen el pensamiento, las ideas, como un bloque, un bloque tremendo pero que en el interior está repleto de hielo. Ese hielo es el que hay que mantener al margen de los otros, puesto que las ideas, el pensamiento, se puede derretir al estar expuesto al calor de los pensamientos de los otros, incluso hay que protegerlo del aire cálido que sale de las palabras de los otros al ser pronunciadas: el aire que forma vocales y consonantes, mezclado de aliento y saliva. Sus bloques rellenos de hielo explican su actitud vigilante, parecida a la de aquellos tipos de seguridad de eventos deportivos que no miran lo que sucede en la cancha, sino que miran atentos a las gradas, donde los corazones del público sufren las variantes y la emoción del juego.

 La sociedad de los pequeños mandatos comienza su andadura. Incursionan en el mundo empresarial. Contratan a unos cuantos muchachos. Hablan de amistad, de lealtad, de proyección, de futuro. De momento no hay dinero, pero lo habrá, habrá mucho, prometen; sólo piden paciencia. La estrategia es sencilla. A los muchachos les hacen ver que su trabajo aún no está preparado para que la empresa de el gran salto, así que les piden esfuerzo en el aprendizaje y velocidad. Los muchachos se atropellan en el intento. A veces se revelan, pero la posibilidad de crecimiento empresarial y la sensación de culpa les hace obedecer. La sociedad de los pequeños mandatos vende su producto sin demasiado criterio. Hay que ser una gran empresa, esa es la idea. Esa idea preconciba en ese bloque inaccesible relleno de hielo. La empresa que funciona a empujones tiene algunos altercados. Algunos de los muchachos se quejan y tratan de dejar escritas algunas reglas. Las dos cabezas pensantes de la sociedad de los pequeños mandatos se reúnen a solas con los muchachos rebeldes, les escuchan con frialdad y al final del monólogo del muchahco afectado simplemente le dicen que los otros muchachos se quejan de su actitud y de lo poco compañero que es. Los muchachos rebeldes se sienten, entonces, desmoronados y vuelven silenciosos y ensimismados a la empresa a seguir trabajando en camino de la promesa.

 La siguiente estación de la sociedad de los pequeños mandatos es el espectáculo. Montan un circo. Se rodean de payasos amateurs con proyección de profesionales. Las reglas son muy parecidas a las que siguieron en el mundo empresarial. Viajan con el circo. Se fusionan con otros circos, algunos de ellos manejados con maestría, observan y roban algunas ideas y  las aplican a su circo. Los payasos los van renovando. En general los payasos se cansan de sus métodos y abandonan el circo. Son reemplazados por nuevos payasos a los que se les ofrece la bonita experiencia de pertenecer a un circo que está a punto de ser popular y al que pronto vendrán muchos niños y algunos adultos nostálgicos.

 A veces las dos cabezas de la sociedad de los pequeños mandatos discuten entre sí, pero en realidad sus hielos se mantienen ajenos al calor que emite el otro. Con lo que las discusiones se diluyen en una forma peculiar de ecos. Las palabras del otro llegan a sus propios hielos para convertirse en más hielo.

 El destino de la sociedad de los pequeños mandatos es difuso. ¿Tiene éxito? Nada se sabe del éxito, que es su único fin. Nada se sabe del triunfo, que es a lo que aspiran. Nada camina por la explanada terrible de la vida. Las ambiciones y los vicios, el camino no es disfrutable. No hay libertad en los años cabalgando. Hay una huida, una huida en la que nada importa salvo huir. Hay un camino rodeado de muros unicolor que se prolongan y prolongan tristemente hasta el éxito, hasta el triunfo. Es el camino a la muerte, una muerte que todos encontraremos y que será la que evalúe el éxito. El éxito, una palabra vacía porque en realidad el éxito no existe. Lo que único que realmente debería importar es que el camino no tuviera muros a los lados y que el hielo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Eres extraordinario!

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