martes, marzo 20, 2012

Réquiem por El Tigre

 Se acabaron los lentos atardeceres, la extensión distorsionada del territorio, las peculiaridades de la luz del amanecer en esta esquina perdida del planeta, las sombras alargadas y el silencio subterraneo. Se acabó ese ruido permanente, el ruido inaudible del tráfico lejano y casi inexistente de la carretera que se ve desde la ventana. Se acabo la aridez y el contraste. Se acabó la laxitud del mediodía que se alarga casi hasta la noche. Se acabó la quietud de la noche, la quietud que amenaza y paraliza. Se acabó el neón de "La jungla". Se acabó la imagen de la mezquita, ese edificio lejano y perdido, que parece haber caído de la nada, una nada absoluta y llena de silencio; una nada que contiene todos los vacíos y las soledades humanas, la más terrible ausencia de libertad. Nunca supe que hacía ahí la mezquita, construida en mitad de este lugar que a veces sospeché deshabitado. Se acabó el ruido del aire acondicionado de esta casa que ya estaba casi muerto. Se acabó la entrada a esta calle; esta calle construida y planificada y casi implantada en mitad de este territorio ajeno a su riqueza. Se acabaron los cafés en El Trébol a las seis de la mañana, camino de los hierros y del alquitrán, donde tuve oficinas y compañeros fugaces, que vinieron como yo y se largaron como yo; y donde se quedan unos que se irán y me vieron llegar y me ven irme y un día se irán y les verán irse, hasta el día en el que nadie venga y ya nadie se vaya porque no habrá nada aquí. El día anunciado hace cuarenta siglos. Un día marcado en la tierra. Un día que ya la tierra no flote y no sude. Se acabó. Se acabó este periodo prolongado, lleno de epílogos que se sumaron a epílogos y que prolongaron este capítulo hasta este punto en el que, de tanto que pasó, parece que ya nunca estuve aquí. Se acabó esta forma de vida que ya asumí como mía y de la que escribiré allí, en un futuro no proyectable, imposible de prefigurar y en el que recordaré este lugar y sentiré nostalgia. Nostalgia de la quietud y de este silencio que se me metió en el cuerpo y que se hizo mío. Nostalgia de esta prolongación y este lugar que parecía ya inventado porque en nada se parece ya a como era cuando llegué. Se acabó. Se acabó el animal que caminaba sigiloso. Ayer, finalmente, maté al Tigre.

La cacería terminó. El Tigre ha muerto. Voy camino a Zihuataneto. Allá los espero.

1 comentario:

Guy Monod dijo...

12 años esperando este momento

Mi lista de blogs

Afuera