domingo, diciembre 04, 2011

Segunda B

   .- Llegué a jugar algunos partidos en primera. Pocos. Jugué en segunda un año y medio. Es más duro segunda que primera. El asunto en la vida son los términos medios. Segunda es un termino medio. En el medio está la selva. Pero generalmente fui jugador de segunda B. Segunda B es indescriptible. Si en primera los empresarios mueven dinero y poder nacional, en segunda son pequeños empresarios y en segunda B son  tipejos que lo quieren ser. La ética de los tres grupos es la misma: la miseria es su base. El empresario de primera es cruel y dictatorial, el de segunda es cruel, dictatorial y mediocre, el de segunda B es cruel, dictatorial, bruto y no piensa. Es un animal. En primera pagan bien, hay mafias, pero vives bien de jugar. En segunda cobras un sueldo, te pagan con retraso y los jugadores de los otros equipos no son contrincantes, son enemigos. En segunda B te pagan mal, a veces ni te pagan, juegas amenazado y los jugadores de los otros equipos te odian. Quieren devorarse tus huesos. Sin embargo, sin comprenderse, sigues jugando. Lo sensato sería salir del vestuario de cualquier partido en un barrizal en mitad del invierno y salir corriendo, no volver, olvidarte del futbol. Pero sigues. Sigues porque habitamos en entramados invisibles, en laberintos. Es como en el futbol. En segunda B no hay tácticas, nadie conoce tu nombre, nadie vio un video para preparar el partido. Un medio defensivo terrorífico del otro equipo te dice al inicio de partido: "Hoy no la hueles y si la hueles te quedas sin rodilla" Te quedas paralizado y los primeros balones que te llegan te dan ganas de patearlos fuertemente más allá del campo, a algún río y que jamás vuelva. Sin embargo lo vas olvidando. Juegas los noventa minutos con la presión de la violencia, con un miedo que termina siendo subterráneo, está ahí, pero sigues. Así, igualmente, aguantas en segunda B. Crees en el futbol. Al final siempre crees en el futbol. Cuando te llega un balón hay placer en detenerlo, en bajarlo, en mirar y pensar en la jugada prolongada. Yo fui jugador barroco. De toque. Me gustaban las jugadas prolongadas, pacientes. Prefiero perder en goles y ganar a pases. Me gustaba pensar en el siguiente pase, el pase que podría hacer el tipo al que se la paso. Esa prolongación casi musical de jugar en equipo. Si paso a la izquierda ese jugador podrá prolongar hacia la delantera, hay dos pases en tu pase. Cuando piensas así hay arte. A mi me gusta la parte artística del fútbol. La parte instrumental del arte. Pero en los campos de segunda B había poco de eso. Llegabas a vestuarios que huelen a moho. Siempre huelen a moho los vestuarios de segunda. A calcetines sudados. Te cambiabas la ropa  con bromas y chistes masculinos con tus compañeros de equipo. Chistes tristes. Los jugadores de segunda B, también los de segunda y los de primera, los entrenadores, los asistentes y los árbitros, hacen chistes tristes y bromas fracasadas sobre el sexo y los culos de las mujeres. Nos cambiábamos así. El entrenador llegaba y soltaba una charla caótica sobre táctica. Siempre terminaban su charla con la misma frase "este partido es importante". Luego nos abrazábamos y entrábamos a la cancha. Uno es capaz de aguantar una carrera por ese instante en el que se sale y empieza a correr el balón. Los partidos de segunda B son otro tipo de futbol. Se basan en el sueño de veintidós tipos que corren pensando que algún día serán jugadores de primera, grandes jugadores de primera y que ese partido es otro paso más para una carrera que termina en un estadio popular, grande, hermoso. Los partidos de segunda B son proyecciones, hologramas corriendo tras un balón que se va desinflando, un planeta enano, perdido. Pero juegas, te sientes futbolista o también eres futbolista o sobre todas las cosas eres futbolista. Pierdes o ganas, siempre ganas porque fui un partido más, te sientes más futbolista, más experto; más sabio, si cabe. Juegas domingo a domingo. Ganas. Tienes bajas por lesion y te buscas un trabajo para mantenerte. El esfuerzo es descomunal. Crees en tu futbol. Aguanté. Yo fui de los que aguanté. Aguanté mi retirada. Los últimos años en segunda B fueron los mejores. Ser veterano en segunda B es el placer del futbol. Aguantas las amenazas de los presidentes del club. Olvidas la miseria de los campos. No sólo te acostumbras, también  te atrae. Jugar en esos campos es futbol. Los de primera no son futbol. Son films. Están guionizados. En segunda B está la realidad. La realidad total, objetiva y fiel del futbol. No te retiras. Te retiran. Luego sales del campo, un buen día y no vuelves. No has hecho otra cosa en tu vida. No tienes otro oficio. Tampoco sabes como son las cosas más allá de un campo de segunda B. Te sientes como que naces. Como si el campo fuese una nave, un planeta, una vagina que te lanza a la tierra. Naces.

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