viernes, abril 21, 2006

Texto provocado por una acontecimiento matutino

Pesar del bien ajeno.

Una forma de tristeza por desear lo que no se tiene y que otro posée. Hay formas sanas, las que se sospechan, las que confesamos. Hay las otras, las perversas, las oscuras, las que se ocultan, las que no nos reconocemos. Las diarias. Las que salpican nuestras vidas. Somos objeto de deseo reprimidos. Todos tenemos algo que aquel no tiene. Todos tienen algo que no llevamos. Se llega a puntos enfermizos en algunos casos. Hay algunos para los que cualquier signo de felicidad ajena es un paso a su dolor. Su tormento crece a medida que las pequeñas felicidades de los otros continuan. No miran, destruyen. Disparan. Crean complejos entramados para modificar los caminos de determinadas realidades. Les admiro eso, la capacidad de crear a partir de un hecho cierto. De algún modo esconde una forma magistral, pero perversa eso si, de ficción, de creación. Crean mundos por los que tienen que circular sus deseados, tienen que hacerles circular por sus laberintos para demostrarse a si mismos que los otros tambien son debiles, que sus deseados son debiles. Todo esto ocurre dentro de ellos, pero a menudo lejos de sus conciencias, ellos no sospechan que van creando esos laberintos, no sospechan que quieren hacer desaparecer su deseo destruyendo el objeto que desean. Todo esto sucede al margen de ellos mismos.

No son muchos. El porcentaje entre todas las gentes que yo conozco es minimo. Todos deseamos algo de los otros, pero pocas veces veo perversión en ese deseo, en ese anhelo. Pocas veces veo ese animo de destrucción, pero los pocos casos que conozco, usando una expresión de toda la vida, me ponen los pelos de punta.

Ahora usando otra expresión de toda la vida concluyo diciendo: ¡¡Que mala es la envidia!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

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